PREGUNTA Desde niño mis padres me condujeron hacia la Religión católica, que practiqué hasta los 16 años. Entonces me dieron la libertad de frecuentar o no la iglesia, pero siempre mostrándome que era el camino ideal. A los 18 años, por influencia de amigos, terminé asistiendo a una sesión espiritista. Así comenzaron las dudas y desde entonces mi vida camina confusamente. Casi tengo por seguro de que los espíritus sin cuerpo existen, y que se pueden incorporar en las personas. Pero mi cabeza, no sé si movida por pensamientos divinos, o por pura confusión, me dice que las religiones espiritistas representan al diablo. A partir de ahí, comencé a mirar a esos cultos de otra forma. Estoy conociendo a personas jóvenes que asisten a esas religiones y no consigo relacionarme normalmente con ellas. Discutiendo esto con mi madre, ella me aconsejó que debo seguir mi religión y creer fervientemente en Dios; que nada incluso siendo malo me irá a pasar. Creo plenamente en sus palabras y tengo la seguridad de que nada me va a influenciar o hacer mal, pero, aún así, queda una barrera con relación a los espiritistas en general. Estoy entrando en un estado de gran perturbación mental, pues hablo con muchas personas, pero nadie me explica lo que quiero saber. Después de leer un artículo suyo, me pareció interesante consultarlo, para ver si me auxilia, pues necesito de una respuesta simple y clara, por favor... Tengo conocimiento de que Dios da el espíritu al cuerpo, y después de la muerte del cuerpo el espíritu vuelve a Dios. Entonces percibo que todas las religiones espiritistas, que aceptan que los humanos dejen su espíritu de lado, para que otro entre en su cuerpo, están yendo contra la voluntad de Dios y siguiendo al maligno... Quisiera que Ud. me hablara sobre las religiones espiritistas, sin dejarse influenciar por las explicaciones católicas. Deseo saber si tales religiones son del bien o del mal... RESPUESTA Si usted quiere “una respuesta simple y clara”, esto me lleva a darle desde ya una respuesta simple y directa: ¡tales religiones no son del bien, sino del mal! Evidentemente, el joven remitente quiere que yo le explique las razones de esa conclusión, colocando sin embargo una salvedad –¡que no me deje influenciar por las explicaciones católicas!– la cual se puede interpretar benévolamente de la siguiente manera: que yo, al darle una respuesta, no me guíe por los datos de la Fe, sino apenas por la luces de la razón. Tal salvedad es aceptable apenas en parte, pues, tratándose de materia de religión, después de presentar los argumentos de la razón humana, es preciso aducir también los argumentos de la Revelación, es decir, de la Fe. Comencemos, pues, como él lo pide, por los argumentos de la razón.
No hay reencarnación. ¡Es una mera fábula! Ya los filósofos griegos se colocaban este problema y hubo de hecho algunos que defendieron la migración de las almas, no sólo a otros seres humanos que viniesen a este mundo, sino hasta a seres vegetales o puramente animales. Entonces, ya fuera que se reencarnasen en vegetales, bestias o seres humanos, las almas irían purgando, en reencarnaciones sucesivas, el mal que hubiesen practicado en sus anteriores vidas. Hasta que, por fin, enteramente purificadas de las faltas cometidas, pudiesen reintegrase en el Ser superior del cual habrían emanado. Se trata, como demostraron otros filósofos de la antigüedad, de una mera fabulación, a favor de cual no era presentada prueba alguna. Por el contrario, tal fabulación contradice la experiencia más elemental de cualquiera de nosotros, que tenemos una perfecta noción de la unicidad de nuestro ser, desde el despertar de la razón hasta el último momento antes de la muerte en que conservamos la conciencia de nosotros mismos. No hay en nosotros reminiscencia de una vida anterior en otro cuerpo o ser vivo, vegetal o animal. Además, ¿por qué no habría nuevos pecados en las nuevas encarnaciones? ¡Y si los hubiese, esa tal purgación nunca acabaría! Sesiones espiritistas e influencias diabólicas El lector afirma tener casi la seguridad de que los espíritus incorpóreos existen, y que muchas personas pueden incorporarlos. Esto tanto puede referirse a la teoría de la “metempsicosis” (migración de almas o reencarnación), a la cual acabamos de referirnos, como a los alegados fenómenos que ocurren en las sesiones espiritistas, en que ciertas personas extrañamente dotadas (médium) servirían de canal de comunicación entre los muertos y los vivos, captando mensajes de los primeros y transmitiéndolos a los segundos. Tampoco hay pruebas que demuestren la realidad de la inmensísima mayoría de los fenómenos alegados; y aquí sí, es el momento de decir que los demonios –de cuya existencia conocemos por la Revelación, o sea, la Palabra de Cristo, y también por sus manifestaciones, especialmente en los exorcismos realizados por sacerdotes católicos– pueden intervenir en esos fenómenos para engañar a los hombres. El demonio puede, por ejemplo, imitar la comunicación del alma de personas fallecidas, a través de médium, con las personas vivas presentes en tales sesiones. Y, como sabemos por la Revelación, el diablo “es mentiroso y padre de la mentira” (Jn. 8, 44), y no quiere sino la perdición de los hombres. Por eso está dicho en el mismo versículo del Evangelio de San Juan que “él [el diablo] fue homicida desde el principio”. De donde se sigue que debemos huir con horror de esas sesiones espiritistas, para que el demonio no nos influya, no nos haga mal ya en esta vida, pues lo que él quiere es llevarnos al infierno Los sabios y buenos consejos de una madre Tiene, pues, razón la madre del remitente, aconsejándolo a permanecer siguiendo su Religión (católica), creyendo en Dios, practicando los Mandamientos, y que así estaría al abrigo del mal. Queda sobrentendido en el consejo de su madre que la lógica de esa postura exige su alejamiento de las personas que intentan arrastrarlo hacia alguna de esas religiones espiritistas, pues es imprudente exponerse al peligro de ser engañado por el demonio, que es un ser muchísimo más inteligente y astuto que cualquier hombre. Pues también está dicho en la Escritura que “quien ama el peligro, en él perecerá” (Eclo. 3, 27). Y aproximarse imprudentemente al peligro es, en cierto modo, amarlo. Sinceramente, no me queda claro en su carta cuál es la necesidad que usted tiene de tomar contacto con esas personas que frecuentan cultos espiritistas. Solamente razones imperiosas de parentesco, trabajo o negocio justificarían que el remitente tolerase contactos con tales personas. Quizá quiera él convertir a alguna de esas personas con quien mantiene lazos de amistad. En ese caso, se justificaría que procure apartar a tales personas de esos cultos, presentándoles los argumentos que expusimos más arriba. Sería un genuino y perfecto “amor al prójimo”. Si ellas no se dejasen convencer y persistiesen en su error —y además, en su esfuerzo de arrastrarlo hacia esos cultos— la prudencia manda apartarse de su compañía.
Por fin —y aquí entra el argumento que un sacerdote católico no puede omitir— la Santa Iglesia, en sus decretos sobre el espiritismo, prohíbe terminantemente bajo pena de pecado mortal y conforme el caso hasta de excomunión, que un católico frecuente cualquier culto en que se invoque a las almas de los muertos. De donde mi consejo sacerdotal de que el remitente se atenga a los sabios consejos de su señora madre y se aparte de cualquier relación imprudente con personas que buscan influenciarlo en el sentido del mal. Pues, confirmando lo que dije al inicio, tales “religiones” ¡no son del bien, sino del mal! Como consejo final, rece mucho a la Santísima Virgen María, que Ella maternalmente lo librará de toda influencia del maligno, pues su celestial misión fue siempre la de aplastar la cabeza de la serpiente infernal.
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