Apóstol de la auténtica reforma católica Suscitado por la Providencia para combatir los efectos paganizantes del Renacimiento, fundó la Orden de los Teatinos para la reforma del clero Plinio María Solimeo Mucho se podría decir a respecto del Renacimiento Bajo cierto punto de vista, fue en ese período histórico que se dieron “las realizaciones de lo que se denomina espíritu moderno, en oposición al espíritu que prevaleció durante la Edad Media”.1 Plinio Corrêa de Oliveira aclara cómo se formó y desarrolló ese espíritu: “La admiración exagerada, y no pocas veces delirante, por el mundo antiguo, sirvió como medio de expresión a ese deseo (de un orden de cosas fundamentalmente diverso del que había llegado a su apogeo en los siglos XII y XIII). Procurando muchas veces no chocar de frente con la vieja tradición medieval, el Humanismo y el Renacimiento tendieron a relegar la Iglesia, lo sobrenatural, los valores morales de la Religión, a un segundo plano. El tipo humano, inspirado en los moralistas paganos, que aquellos movimientos introdujeron como ideal en Europa, así como la cultura y la civilización coherentes con este tipo humano, ya eran los legítimos precursores del hombre ávido de ganancias, sensual, laico y pragmático de nuestros días, de la cultura y de la civilización materialistas en que cada vez más nos vamos hundiendo. Los esfuerzos por un Renacimiento cristiano no lograron aplastar en su germen los factores de los cuales resultó el triunfo paulatino del neopaganismo”.2 Muchos miembros de la Iglesia docente lamentablemente absorbieron ese espíritu, y tal absorción fue una de las primeras causas de la crisis religiosa, con toda su repercusión sobre los fieles. Fue en parte para combatir esa situación calamitosa que la Providencia suscitó a San Cayetano de Thiene. Condes verdaderamente católicos San Cayetano nació en octubre de 1480 en Vicenza, ciudad de la entonces República de Venecia. Su padre, Gaspar, conde de Thiene, doctor en Derecho y capitán de Coraceros, poseía castillos en esa ciudad. Era sobre todo un católico ejemplar. Consagrado a la Virgen Santísima inmediatamente después del bautismo, Cayetano fue educado en un ambiente noble y profundamente religioso. Cuando tenía apenas dos años de edad, falleció su padre. Le correspondió a la madre, María del Porto, la ardua tarea de educar a sus tres hijos. Prácticamente nada se sabe de la vida estudiantil de Cayetano. Como era tímido, modesto y evitaba sobresalir, quedamos privados de los pormenores de su juventud. Sabemos que cursó estudios jurídicos y teológicos en la Universidad de Padua, donde ya era señalado como espejo de sabiduría en medio del libertinaje de sus jóvenes compañeros y destacado por su dulzura, candor, modestia y templanza. En 1504 Cayetano se graduó como doctor en derecho civil y canónico y recibió la tonsura clerical. Tres años después fue a Roma.
En la Ciudad Eterna, en aquella época “León X [Papa renacentista] se sumergía inconsciente en el tumulto de su vida fastuosa y de sus gustos profanos; mientras el mundo oficial de la curia romana se entregaba al arte, a la política, a la frivolidad o a la corrupción, un grupo de hombres piadosos, hondamente persuadidos de la necesidad de una renovación social [y religiosa], organizaban una hermandad destinada a fomentar la vida cristiana en sí mismos y en cuanto les rodeaba”.3 A esta compañía la llamaron Oratorio del Amor Divino. Sus miembros “mostraron al mundo, con su ejemplo, que la fe y las obras no estaban muertas en la Roma del Renacimiento, presentada entonces por Lutero como centro de todos los vicios”.4 Este Oratorio tenía en vista “contrarrestar la influencia paganizante del Renacimiento”,5 procurando “reencender el fuego del amor de Dios en los corazones, e impedir que la herejía, el libertinaje, el amor a los placeres y la pasión de los intereses lo desterrasen”.6 O sea, anhelaba una verdadera reforma católica. San Cayetano se entregó de cuerpo y alma al Oratorio. Recibe en los brazos al Niño Jesús En la noche de Navidad de 1517, cuando San Cayetano rezaba junto a la reliquia del pesebre que se venera en la Basílica de Santa María Mayor, en Roma, Nuestra Señora se le apareció con el Niño Jesús recién nacido en los brazos, acompañada de San José y San Jerónimo, habiendo confiado al Divino Infante en los brazos de Cayetano. Este hecho es relatado por el propio santo a Sor Mignani, en carta del 28 de enero de 1518. Tal aparición se repitió en las fiestas siguientes de la Circuncisión y de la Epifanía. Por eso San Cayetano es representado siempre con el Niño Jesús en los brazos.7 ¡Qué pureza virginal y qué limpieza de alma debía tener para recibir tal privilegio! Cayetano regresó entonces a su ciudad natal, Vicenza, para asistir a su piadosa madre en los últimos momentos. Después del fallecimiento de ésta, mientras cuidaba de los asuntos domésticos, el santo ingresó al Oratorio de San Jerónimo, cuyos fines eran los mismos de la Cofradía del Amor Divino, pero que incluía entre sus miembros también a laicos pobres. A pesar del vocerío suscitado entre sus relacionados, porque consideraban indigno que alguien de tan grande nacimiento como él se mezclara con humildes trabajadores, Cayetano no se incomodó. Hizo de todo para elevar espiritual y materialmente a aquellos pobres obreros.8 Consiguió incrementar entre ellos la comunión frecuente y las visitas a los enfermos en los hospitales. Fundó también el hospital de los Incurables, para los pobres sin esperanza de curación. Reforma del clero y regeneración de la sociedad Al contrario de Lutero, que puso de pretexto ciertas transgresiones ocurridas en el clero para atraer a los incautos a su seudo reforma, Cayetano buscó llevar adelante la obra de la auténtica reforma católica deseada por los Concilios de Letrán y de Trento. Pensó en fundar una Orden religiosa que enalteciera el estado sacerdotal con la profesión de los tres votos religiosos, bajo la obediencia a un superior y la dependencia inmediata de la Santa Sede. Su objetivo sería trabajar por la reforma del clero y la regeneración de la sociedad. Cayetano encontró óptima aceptación entre tres ilustres miembros del Oratorio del Amor Divino: Juan Pedro Carafa, obispo de Chieti, también oriundo de ilustre familia condal y más tarde Papa Paulo IV; Bonifacio de Colle, hábil y virtuoso abogado, y Pablo Consiglieri, también de alta sociedad y de vida intachable. Surgió así la Orden de los Teatinos. Cayetano comprendió “que el nudo del problema estaba en el clero, contagiado en grandes sectores por la codicia, la frivolidad y la inmoralidad del Renacimiento”.9 Estos religiosos debían tener tal confianza en la Divina Providencia, que no podrían ni siquiera pedir limosnas, sino esperar que ellas les fuesen dadas espontáneamente. Clemente VII autorizó la nueva fundación.
En 1527 ocurrió el saqueo de Roma, cuando el Condestable de Borbón, con un ejército de 30 mil soldados compuesto por luteranos y asalariados sin principios, sitió la Ciudad Eterna. Durante dos meses los luteranos —hirviendo de odio contra la fe católica, y seguidos por el resto de la soldadesca ávida de destrucción—, causaron a la ciudad las mayores calamidades, sin respetar ni los lugares ni a las personas sagradas. Cayetano llegó a ser apresado y torturado. Los teatinos, después de muchos sufrimientos, tuvieron que trasladarse a Venecia, donde emprendieron, al par de las obras de misericordia, la reforma del Misal y del Breviario romanos, que el Papa les había encomendado. En todos los lugares en que estuvo, San Cayetano “contra el materialismo paganizante del Renacimiento, desplegó la bandera del sobrenaturalismo cristiano, modelando su vida y su acción sacerdotal según aquella máxima evangélica que constituyó también el lema de su Orden: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura». Promovió con extraordinario celo la magnificencia del culto litúrgico, la santidad y el decoro de los templos, y la práctica de la comunión frecuente, metas importantes en su obra de reforma”.10 Luchó contra la herejía que se infiltraba en los círculos aristocráticos e intelectuales de Nápoles, denunció al Santo Oficio a tres predicadores captados por la herejía luterana; fundó o reformó varios monasterios, estableciendo para los obreros de aquella ciudad un Monte de Piedad, que se convirtió en el actual Banco de Nápoles. “La primera figura de la edad moderna” En 1547 el virrey de Nápoles, D. Pedro de Toledo, decidió establecer allí el tribunal de la Inquisición según el modelo español. La nobleza y el pueblo se amotinaron y la sedición fue ahogada en sangre. Ello resultó en una verdadera guerra civil. Las súplicas y mediaciones de San Cayetano fueron en vano. Como registra la bula de su canonización, “quebrantado por el dolor de ver a Dios ofendido por los tumultos populares, y más aún por la suspensión del Concilio de Trento, en el que tantas esperanzas había cifrado, cayó enfermo de muerte” 11 y falleció el 7 de agosto de 1547. Aunque la bula añade que el mismo día de su fallecimiento cesaron todas las revueltas populares, según se cree por su intercesión. Su oficio litúrgico afirma que San Cayetano, por su infatigable celo, mereció ser llamado “cazador de las almas”. El pueblo cristiano lo invoca con el título de “Padre de Providencia”, porque su intercesión es muy eficaz para que las familias e individuos obtengan los dones de la Providencia Divina. Un escritor, refiriéndose al santo, afirmó que, “como hombre y como sacerdote es la primera figura de la Edad Moderna”.12 Notas.- 1. Willian Barry, The Renaisance, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition.
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