No hace mucho tiempo, se me presentó cierto sabihondo, asegurándome que él conocía muchos casos de que reprochar al clero por la violación del sigilo. Yo le respondí que, aun cuando un sacerdote traicionara su sagrado ministerio, no por eso disminuiría en nada la santidad de este sacramento. ¿Acaso se puede llamar profanadores a los apóstoles porque hubo un Judas traidor? Pero como él insistiera en los hechos que decía conocer, llegué a esta proposición: —Si usted, le dije, o cualquier amigo suyo puede presentarme un solo hecho de esta jaez, pero que sea cierto, prometo darle quinientas liras. —Prepárelas, añadió el otro; el sábado estaré aquí. —Espere, exclamé: lo mismo dije a otros y no quisiera me pasara igual con usted, esto es, que no volviera más por aquí. —Vendré sin falta, concluyó; palabra de honor. ¿Cree usted que ha vuelto? Hace rato que le espero; pero hasta ahora no ha vuelto, y pienso que no volverá porque le será imposible hallar un solo caso, como había prometido. Realmente todos aquellos, a los que muchas veces he oído despotricar contra la confesión, me proponían casos imprecisos, sin señalar el lugar, sin decir el nombre del confesor y del penitente, y empezaban siempre su relato con estas palabras: “He oído decir”. No cabe duda alguna de que en los calamitosos tiempos que vivimos, se combate rabiosamente contra la fe. Pero todavía resultan vanos los esfuerzos de sus enemigos, si antes no alejan a los católicos del sacramento de la confesión. He aquí por qué dirigen todos sus tiros contra esta laudable costumbre. El católico, alejado de la confesión y abandonado a sí mismo, va de un abismo a otro; y como débil planta sin abrigo, expuesta a la furia del vendaval, cae en los más deplorables excesos. Para destruir la idea de la confesión desde sus cimientos, los protestantes publican y echan en cara a los católicos continuamente que la confesión no ha sido instituida por Dios y, por tanto, hay que reprobarla. Sí, católicos, valor: mantengámonos firmemente unidos a la religión fundada por Jesucristo, que tiene como cabeza visible en la tierra al Romano Pontífice, su Vicario; y que, en medio de los vaivenes de los tiempos, fue siempre combatida, pero siempre ha triunfado.
Tomado de un escrito de don Bosco para las Lecturas Católicas, in Juan Bautista Lemoyne, Memorias Biográficas de San Juan Bosco, Central Catequística Salesiana, Madrid, 1982, t. V, p. 188-189.
|
![]() Una Santa Navidad Meditación a los pies del pesebre del Niño Dios |
![]() |
La Primera Comunión de Lucía María Rosa, madre de la hermana Lucía, era la catequista de la aldea. Los niños acostumbraban reunirse en su casa para aprender la lección... |
![]() |
Quien no se encoleriza cuando lo exige la razón, peca Podemos entender la ira de dos modos. Primero, como un simple movimiento de la voluntad por el que se inflige una pena no por pasión, sino por un juicio de la razón... |
![]() |
El amor a la Cruz y la necesidad de la inmolación Después de un día de mucha tristeza y temor al verme con tan pesada carga encima y tantas dificultades que vencer, al comulgar al día siguiente me consoló Nuestro Señor y me hizo comprender que no debía preocuparme de cómo, ni cuándo, ni con qué éxito llevaría a cabo la Obra... |
![]() |
Si la Iglesia dejara de ser “universal”, ¿podría seguir llamándose “católica”? La pregunta del consultante es completamente apropiada. En efecto, el adjetivo “católico”, traducción del griego katholikós (a su vez, derivado de kathá —a través, completamente— y holos —entero, todo), significa precisamente “general”, “universal”... |
![]() |
¿Puede la Iglesia Católica aceptar a sacerdotes casados? En una reunión, el diácono de nuestra parroquia dijo que dentro de pocos años la Iglesia aceptará sacerdotes casados. Confieso que quedé muy confundido y quisiera conocer su calificada opinión... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino