Vidas de Santos San Juan Gualberto

Santo medieval, fundador de la Orden de los monjes de Vallombrosa (Vallis umbrosa, en latín) y protector de los silvicultores, guardias y parques forestales. En 1951, el Papa Pío XII le nombró patrono del Cuerpo Forestal italiano.

Plinio María Solimeo

La vida de san Juan Gualberto, que transcurrió en el siglo XI, fue escrita por el abad del monasterio de Strumi en 1092, un año antes de su canonización.

Segundo hijo de la muy distinguida familia Visdomini de la célebre ciudad de Florencia, Juan nació el año 995. Fue educado en uno de los castillos de sus padres, que pretendieron hacer de él un perfecto caballero, diestro en la palabra y en las armas, para que más tarde pudiera administrar y defender el patrimonio y el honor de la familia.

Aunque en su infancia recibió una educación conforme a las normas de la Santa Iglesia, su adolescencia la ocupó en cosas frívolas, vanas diversiones e intrigas románticas. Correspondiendo a los deseos de su padre, como todos los miembros de la nobleza, ciñó la espada en su juventud con la dignidad de un caballero.

Según una crónica medieval, que se confunde con la leyenda, Juan no quiso desenvainar su espada sin antes vengar la muerte de su hermano mayor, Hugo. En una de sus andanzas por la región, acompañado de lacayos y sirvientes, se deparó con el asesino de su hermano, que deambulaba solo y desarmado. Empuñando la espada avanzó contra el indefenso, quien de rodillas y con los brazos en cruz imploró su clemencia.

Era un Viernes Santo. Aquella actitud suplicante del homicida con los brazos cruzados hizo que el joven caballero, movido por una gracia, recordara a Cristo en la Cruz. Conmovido, en un gesto inesperado, Juan Gualberto lo levantó y lo abrazó en señal de perdón, diciéndole: “Yo te perdono por la sangre que Jesucristo derramó hoy en la Cruz”. Una gran paz invadió su alma y a partir de entonces su vida cambió por completo.

Decidido a abandonar el mundo, Juan se cortó el cabello, se puso un viejo hábito que le habían prestado y, a pesar de la oposición de su padre, fue a llamar a la puerta del monasterio benedictino de San Miniato. Según la tradición, cuando rezaba ante un crucifijo en la iglesia del monasterio pidiendo perdón por sus pecados, la imagen del Crucificado habría inclinado la cabeza hacia él en reconocimiento por su acto generoso y misericordioso.

De san Miniato, titular de este monasterio, dice el Martirologio Romano el 25 de octubre: “En Florencia, el martirio de san Miniato, soldado que, bajo el emperador Decio, luchó gallardamente por la fe de Cristo, y fue coronado con noble martirio”.

Juan Gualberto se convirtió en un monje humilde, ejemplar en la disciplina y en la observancia de las Reglas, en el estudio, en la oración, en la penitencia y en la caridad. Recién entonces aprendió a leer y escribir, porque para un noble de su época lo más importante era ser diestro en el manejo de la espada. Dotado del don de profecía y el de obrar milagros, era muy estimado por los demás monjes.

Fundador de una congregación religiosa

En 1035, a la muerte del abad, Gualberto fue elegido por unanimidad para sucederle. Pero renunció inmediatamente cuando supo que el monje tesorero había sobornado al obispo de Florencia, un simoníaco, para su elección. Decidió entonces abandonar el monasterio y dirigirse al de la Camáldula, fundada por san Romualdo. Al no encontrar allí lo que deseaba, se marchó para fundar una orden religiosa consagrada expresamente a promover la reforma de la Iglesia.

San Juan Gualberto y el asesino de su hermano ante el crucifijo de San Miniato, Alessandro Pieroni, 1580 – Óleo sobre lienzo, abadía de san Miguel Arcángel en Passignano, Florencia

Alrededor de año 1030, con los monjes que junto con él se marcharon de San Miniato, fundó en los bosques de los montes Apeninos, cerca de Florencia, el monasterio que fue la cuna de la Congregación Benedictina de Vallombrosa, siguiendo la regla benedictina adaptada. Allí recibió también a hermanos seglares, para liberar a los monjes del trabajo manual. Esta congregación fue aprobada por el Papa Víctor II en 1055, siendo una de sus normas la negativa de recibir dádivas y protección. Es decir, el rechazo al “mecenazgo” que soberanos y grandes familias ejercían entonces en la Iglesia, nombrando obispos y abades, designando candidatos al sacerdocio y poblando el clero de “negociantes” y sus respectivas concubinas.

San Juan Gualberto dispuso que sus monjes siguieran con rigor, disciplina y austeridad las reglas de la Orden Benedictina. Pero en lugar del trabajo manual prescrito en ellas, puso énfasis en el estudio, la lectura y la meditación. Vallombrosa se convirtió en un centro de estudios —sobre todo de los Apóstoles y los Padres de la Iglesia, como san Basilio y san Benito— tan avanzado y respetado, que la propia Santa Sede enviaba a sus monasterios a sacerdotes y obispos para que profundizaran en aquellos conocimientos.

Sin embargo, por humildad, el santo nunca quiso ser ordenado sacerdote y ni siquiera recibir las órdenes menores.

La prueba de fuego

La vida de los primeros monjes de Vallombrosa atrajo inicialmente una considerable atención, y hubo muchos pedidos de nuevas fundaciones. Pero como había pocos postulantes dispuestos a soportar la extraordinaria austeridad de esta vida, en este periodo solo se fundó otro monasterio, el de San Salvi en Florencia. Cuando el fundador mitigó un poco sus reglas, se fundaron tres monasterios más y otros tres se reformaron y se unieron a la orden durante su vida.

Los primeros monjes vallombrosos, dirigidos por su santo abad, desempeñaron un papel considerable en la lucha papal contra la simonía en el siglo XI, que dio lugar a escenas de violencia en varias ciudades italianas. Uno de los ejemplos más famosos fue la prueba de fuego a la que se sometió en 1068 uno de sus miembros, san Pedro Ígneo. En efecto, en Florencia se produjo una intensa agitación a raíz de la polémica suscitada por el hecho de que el obispo Pedro Mezzabarba —que contaba con numerosos e importantes partidarios— fue acusado de la adquisición simoníaca de su dignidad episcopal, aunque él lo negara vehementemente.

Como sus principales denunciantes eran los monjes vallombrosos, se insistió en que presentaran una prueba. Apelaron, como era común en la Edad Media, al “juicio de Dios”, es decir, a la prueba del fuego. Juan Gualberto designó entonces para la misma al monje Pedro Aldobrandini, que se sometió con éxito a la prueba, por lo que pasó a ser conocido como “Igneus” (de fuego). En vista de este contundente y milagroso testimonio, el triunfo de los monjes fue seguido por la confesión de culpabilidad del obispo. Pedro Ígneo se convirtió posteriormente en abad de San Salvatore en Fucecchio, cargo en el que permaneció hasta 1081.

Poco antes, el monasterio de San Salvi había sido incendiado y los monjes maltratados por el partido opuesto a la reforma. Estos sucesos acrecentaron aún más la reputación de Vallombrosa, que en 1090 fue puesto bajo la protección de la Santa Sede por una bula del Papa Urbano II, en la que se recoge la existencia de quince monasterios de dicha Congregación, además de la Casa Madre.

Padeciendo la crisis de la Iglesia

El santo gemía y sufría al ver la crisis en la Iglesia. “Me aflige un inmenso dolor y una tristeza universal […]. Encuentro muy pocos obispos nombrados y que vivan regularmente”. Esta era la misma preocupación del futuro Papa Gregorio VII, que actuaría con mano firme para imponer su tan saludable reforma en la Iglesia. Pero san Juan Gualberto le tomó la delantera. Propagada por la Toscana, su comunidad salía valientemente del monasterio en campañas de predicación para liberar a la Iglesia de sus elementos indignos. Con el temple de su regla, bajaban a la vecina Florencia y luego a diversas ciudades de Italia, siguiendo el ejemplo del santo fundador, para tratar de corregir las costumbres y las instituciones civiles contrarias al Evangelio. En este apostolado fueron inspirados y acompañados por grupos de sacerdotes y laicos, lo que aumentaba la eficacia de su labor, que más tarde fue aprovechada por los pontífices reformadores.

Milagro de san Juan Gualberto, Bicci di Lorenzo, 1434 – Temple sobre tabla, capilla Boncompagni, Florencia

Ahora bien, las reformas de Juan Gualberto no agradaron a los indignos, llevándole a un agudo conflicto con el obispo de Florencia, un notorio simoníaco, como hemos visto. Sin embargo, surtieron efecto entre quienes deseaban el bien de la Iglesia. Así, en virtud de la influencia del santo, Milán expulsó entre 1060 y 1061 a muchos sacerdotes simoníacos. Para sustituirlos, Juan Gualberto envió a otros, moldeados por el espíritu de Vallombrosa. Prestó gran atención al clero secular, exhortando a los presbíteros a la reforma, orientándolos y animándolos a llevar una vida en común.

De tal modo el santo destacó también por su compasión hacia los pobres y los enfermos, que el Papa León IX hizo un largo viaje a Vallombrosa expresamente para verle. Esteban IX y Alejandro II le tenían en gran estima y san Gregorio VII elogió la pureza y mansedumbre de su fe: “La pureza de su fe resplandeció admirablemente en la Toscana”. Lo que llevó a los florentinos a confiar a los monjes vallombrosianos hasta las llaves del tesoro y el sello de su República.

Culto restringido

San Juan Gualberto fundó otros monasterios: el de Passignano (Umbría), por ejemplo, donde murió el 12 de julio de 1073 a los 80 años de edad, tras haber escrito una carta a sus monjes explicando en clave bíblica el valor del “vínculo de la caridad” fraterna, y recomendando: “Cuando queráis elegir abad, escoged entre los hermanos al más humilde, al más manso, al más mortificado”.

Canonizado por el Papa Celestino III en 1193, su fiesta litúrgica no fue incluida en el Calendario Tridentino. Posteriormente, en 1595, fue añadida al Calendario Romano General. En 1969, con la reforma de dicho calendario, fue suprimida debido a su escasa resonancia mundial. La fecha asignada para su fiesta sigue siendo la indicada en el Calendario Romano y, según las nuevas reglas dadas en el Misal Romano de 1969, todavía puede celebrarse en todo el mundo con su propia misa, a menos que coincida con la celebración de una fiesta más importante.

Los monjes de san Juan Gualberto tuvieron que abandonar el monasterio de Vallombrosa en el siglo XIX, al someterse a las leyes represivas contra la Iglesia y las órdenes católicas en aquel siglo. Pero regresaron en 1951.

En los siglos que siguieron a la muerte del fundador, sus monjes se especializaron en botánica y fueron invitados a fundar esta cátedra en la célebre Universidad de Pavía. Las universidades de Padua, Roma y Londres también buscaron en sus monasterios a los maestros más cualificados en la materia. Esto llevó a Pío XII, en 1951, a declarar a san Juan Gualberto patrono del Cuerpo Forestal italiano. Su fiesta se celebra el 12 de julio.

Un sueño de san Juan Bosco Gravedad con ornato
Gravedad con ornato
Un sueño de san Juan Bosco



Tesoros de la Fe N°259 julio 2023


Exterminio de la Familia Imperial Rusa (p. 4) Homenaje a Santo Tomás de Aquino (p. 12)
Julio de 2023 – Año XXII Grandes corazones, grandes obras, grandes dispendios Santo Tomás de Aquino Indisolubilidad del matrimonio La masacre de la familia imperial rusa Un sueño de san Juan Bosco San Juan Gualberto Gravedad con ornato



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