Un cierto día del año 2018, una joven alemana acudió a la Apotheke Undine de Andreas Kersten, en Berlín, pidiendo la llamada “píldora del día siguiente”, que puede provocar el aborto. No era más una estratagema, porque se conocía que debido a sus profundas convicciones religiosas, el farmacéutico nunca disponía ni vendía dicha píldora. Además, su farmacia era famosa por una campaña contra los anticonceptivos y el aborto precoz, lo cual le había convertido en blanco de ataques de los activistas abortistas. Kersten, fingiendo no darse cuenta de la provocación, ofreció a la clienta un folleto provida. Según ADF International —que defiende la libertad religiosa de los cristianos—, la joven denunció al farmacéutico ante la Cámara de Farmacéuticos de Berlín, que interpuso un recurso contra Kersten ante el Tribunal Administrativo de esa capital. En 2020, el tribunal absolvió al farmacéutico, afirmando que tenía derecho a seguir su conciencia y que no había descuidado sus deberes profesionales. En la sentencia, el tribunal alegó que Kersten también estaba amparado por una carta del Ministerio Federal de Sanidad, que establece que los farmacéuticos pueden ejercer su derecho a la objeción de conciencia en determinados casos. Posteriormente, la Cámara recurrió esta decisión, pero el tribunal confirmó que Kersten actuó bajo amparo legal y condenó a la Cámara a pagar los honorarios del abogado del farmacéutico. Sin embargo, durante el juicio oral, el juez que presidía el tribunal dictaminó que la obligación de suministrar cualquier tipo de medicamento, incluida la píldora potencialmente abortiva, ¡prevalece sobre la libertad de conciencia! Este aspecto contradictorio de la sentencia del tribunal sienta así un oscuro precedente, y admite la posibilidad de invocar “la superioridad del cumplimiento de los deberes profesionales” por encima de la libertad de conciencia en Alemania. Andreas Kersten comentó: “Me alivia que el tribunal haya rechazado la sanción exigida por la Cámara de Farmacéuticos contra mí. Me hice farmacéutico para promover la salud, incluso para salvar vidas. No puedo conciliar la venta de la llamada ‘píldora del día siguiente’ con mi conciencia debido a la posibilidad de acabar con una vida humana, aunque sea prematuramente”. Y concluyó: “Aunque he sido absuelto, estoy consternado por el razonamiento [del juez] que rechaza ampliamente nuestra libertad de conciencia. Ahora los farmacéuticos podrían verse obligados a abandonar su querida profesión simplemente por mantenerse fieles a sus convicciones”.
La sentencia a favor de Kersten fue publicada el 26 de junio pasado, “después de cinco años de incertidumbre jurídica”, informó el Dr. Félix Böllmann, director de Promoción Europea de ADF Internacional, quien estuvo siguiendo el caso desde un principio. “Ahora está claro que Andreas Kersten no incumplió sus deberes profesionales. Acogemos con satisfacción esta decisión. Sin embargo, el razonamiento que subyace a la sentencia [del juez] es atroz”, pues es inconcebible que los farmacéuticos ahora deban escoger entre sus creencias y su profesión. “El razonamiento del Tribunal Administrativo Superior de Berlín está en contradicción directa con el derecho internacional. Las libertades fundamentales deben garantizarse efectivamente, no solo sobre el papel. El razonamiento del Tribunal contraviene la libertad de conciencia”, concluyó. Esta actitud del juez alemán muestra cómo se va cerrando el círculo, hasta que llegue el momento —si no ha llegado ya— en que estas pastillas se vendan libremente en las farmacias, al alcance de cualquier adolescente víctima de la corrupción diabólicamente organizada y generalizada de nuestros días.
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