6.- De la Esperanza ¹ Esperanza es una virtud sobrenatural infundida por Dios en nuestra alma, y con la cual deseamos y esperamos la vida eterna que Dios ha prometido a los que le sirven y los medios necesarios para alcanzarla. Hemos de esperar de Dios la bienaventuranza y los medios necesarios para alcanzarla porque Dios misericordiosísimo, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, lo ha prometido a quien le sirve de corazón, y como es fidelísimo y omnipotente, siempre cumple sus promesas. Las condiciones necesarias para alcanzar la bienaventuranza son: la gracia de Dios, el ejercicio de las buenas obras y la perseverancia en el amor divino hasta la muerte. La Esperanza se pierde siempre y cuando se pierda la fe; se pierde asimismo por el pecado de desesperación o de presunción. Una vez perdida se recobra con el arrepentimiento del pecado cometido y avivando de nuevo la confianza en la bondad de Dios. 7.- De la Caridad Caridad es una virtud sobrenatural infundida por Dios en nuestra alma, con la que amamos a Dios por Sí mismo sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Hemos de amar a Dios porque es el sumo Bien, infinitamente bueno y perfecto, y, además, por el mandamiento que nos ha dado de amarle y por tantos beneficios como de Él recibimos. Hemos de amarle sobre todas las cosas, con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma y con todas las fuerzas. Amar a Dios sobre todas las cosas quiere decir que le hemos de preferir a todas las criaturas más queridas y perfectas y estar dispuestos a perderlo todo antes que ofenderle y dejar de amarle. Amar a Dios de todo corazón quiere decir consagrarle todos nuestros afectos. Amar a Dios con toda la mente quiere decir encaminar a Él todos nuestros pensamientos. Amar a Dios con toda el alma quiere decir consagrarle el uso de todas las potencias de nuestra alma. Amar a Dios con todas nuestras fuerzas quiere decir que procuremos crecer constantemente en su amor y obrar de modo que todas nuestras acciones tengan por motivo y por fin su amor y el deseo de agradarle. Hemos de amar al prójimo porque Dios lo manda y porque todo hombre es imagen suya. Estamos obligados a amar aun a los enemigos,2 porque también son nuestro prójimo y porque Jesucristo lo mandó expresamente. Amar al prójimo como a nosotros mismos quiere decir desearle y hacerle en cuanto sea posible el bien que debemos querer para nosotros y no desearle ni hacerle mal alguno. Nos amamos a nosotros mismos como debemos cuando buscamos el servicio de Dios y ponemos en Él toda nuestra felicidad. La Caridad se pierde por cualquier pecado mortal. Pero se recobra con actos de amor de Dios y con el arrepentimiento y la confesión bien hecha. 1. Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, p. 119-121. 2. Cuando se trata no de nuestros enemigos personales, sino de enemigos de Dios, manda la caridad que recemos y procuremos su conversión y que tomemos las providencias a nuestro alcance para evitar que hagan el mal, aunque para eso ellos tengan que pasar por castigos especiales. Sin embargo, si rechazan la conversión y perseveran en el mal hasta el fin, debemos conformar nuestra voluntad con la de Dios, que los rechaza y condena.
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Nuestra Señora del Triunfo |
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