PREGUNTA Soy agrónomo y catequista, y recientemente tuve la amargura de ver en una persona próxima a mi familia dos grandes tatuajes, como se marca al ganado. La primera, de una ave nativa; y otra peor, de un símbolo tántrico,* la mándala. Ésta era una figura de un círculo representando una de las decenas de mándalas, cuyo significado la imprudente joven ni siquiera conocía. Cuando lo supo, ya estaba hecho. Desde ya, quiero prevenirme de tal improbidad con relación a mis hijos. Por lo tanto, pregunto: ¿Cuál es la posición de la Santa Iglesia sobre este tipo de actitud? ¿Cuál es la consecuencia de tener marcas en el cuerpo, específicamente este tipo de representación budista?
RESPUESTA El consultante, procediendo de una manera muy lógica, desdobla su pregunta en dos puntos, pero en realidad toca de pasada en varias otras cuestiones de mucha importancia y actualidad, que procuraremos abordar en nuestra respuesta. Tatuajes: retroceso de la civilización
Cuando, en las bancas escolares, estudiamos la situación de nuestros indios en la fase primitiva de su barbarie, concluíamos con razón que los misioneros católicos, que vinieron a catequizarlos llamándolos hacia el don supremo de la fe, prestaban al mismo tiempo el inestimable servicio de civilizarlos. Hoy, las escuelas influenciadas por cierta ideología “progresista” ven en los indios un padrón de civilización “ecológicamente correcto”, que debemos mantener y hasta imitar. Así, en vez de civilizar a los indios, según tal ideología debemos preservar su “cultura” —sus costumbres, sus tradiciones, su religión, su “sabiduría” milenaria, sus hechicerías, etc.— y, de ninguna manera, infundirles los principios y costumbres de nuestra civilización de tipo europeo. Sobre todo no debemos evangelizarlos, ni atraerlos a la fe para que pertenezcan a la Santa Iglesia. ¡Así, en vez de nosotros civilizar a los indios, son ellos los que deben “civilizarnos”! El lector encontrará una sustanciosa descripción de ese extrañísimo fenómeno cultural en el libro Tribalismo indígena, ideal comuno-misionero para el Brasil del siglo XXI, de autoría del consagrado líder católico Prof. Plinio Corrêa de Oliveira (Editora Vera Cruz, São Paulo, 1977 — o en la página http://www.pliniocorreadeoliveira.info/livros.asp). No sorprende, pues, que aquello que antes veíamos como síntoma de barbarie sea hoy considerado señal de “progreso” para muchos, como de los tatuajes que habla nuestro amigo remitente. Así, los tatuajes, tan en boga entre los indios y que tanto horrorizaban a las personas años atrás, están ahora de moda, a tal punto, que el propio consultante sienta que si hiciera la menor observación contra ellos la joven probablemente no lo escucharía. Lo cual no impide, por el contrario, que lo pudiese haber hecho de un modo firme pero con cordura, pues al menos infundiría en ella la noción de que sus modos fueron rechazados. Esto trabajaría en el fondo de su conciencia para que, en un momento futuro, favorecida por la gracia, ella pudiese darse cuenta del acto desordenado que practicó. El fenómeno se presenta hoy de modo tan avasallador, en el conjunto de la sociedad, que el actual deslizamiento hacia formas de barbarie primitivas parece no tener vuelta atrás. Se diría que, sin una intervención extraordinaria de la Providencia —que nunca abandona a aquellos que le son fieles— esta batalla está humanamente pérdida en este momento para los que aman la civilización cristiana. Sin embargo, la Santísima Virgen anunció precisamente en Fátima que, después de probaciones apocalípticas, la Providencia cerraría el paso al desvarío del mundo moderno. Poniendo de lado, por lo tanto, los aspectos médicos de los tatuajes, que comportan riesgos más o menos evidentes, pero que escapan a nuestra formación y misión sacerdotal, atraemos la atención del lector para el aspecto cultural, que está más en el campo de actuación de la Iglesia. Y la constatación es realmente asombrosa: ¡estamos ante un retroceso civilizador simplemente colosal! Retroceso, dígase de paso, que no se da apenas en el tema de los tatuajes, sino también en el de las modas y costumbres en general. Así presenciamos una marcha forzada en dirección al nudismo —otra característica de los indígenas, otrora objeto de nuestra condenación. De los trajes en las calles sobran los comentarios, pues están a la vista de todos. No obstante, no es sin asombro que verificamos que, en las homilías de las misas, muchos sacerdotes no osan decir ninguna palabra de advertencia a las personas que se presentan de ese modo, indigno hasta para entrar a la iglesia, ¡cuanto más para recibir la sagrada comunión! El extraño culto sugerido por los tatuajes
El consultante se alarmó, con razón, con relación al hecho de que los tatuajes no son anodinos, del punto de vista ideológico y religioso, sino que pueden ser interpretados como culto a divinidades paganas. Lo que es especialmente grave cuando se tiene en vista, como dice el libro de los Salmos, que omnes dii gentium daemonia —“todos los dioses de los gentiles son demonios” (Sal. 95, 5). También con razón, el lector observa que el “significado [de la mándala] la imprudente joven ni siquiera conocía”. Es verdad. Pero, como siempre se entendió en los medios católicos, si alguien alega no creer en los demonios, pero se hace un tatuaje con una representación de ellos en el brazo o en la espalda, por encontrarlo gracioso o por cualquier otra razón, de alguna forma confiere al demonio algún poder de actuar sobre él. Como también, a contrario sensu, quien tiene el hábito de portar al cuello un distintivo recomendado por la Iglesia como la Medalla Milagrosa ¡atrae la protección de la Santísima Virgen sobre sí, aunque, andando distraídamente, no piense en la Madre de Dios! Así, al permitir tatuar en el cuerpo el dibujo de una mándala —es un diagrama compuesto por círculos y cuadrados concéntricos que, en el tantrismo, representan al mundo— quien lo hace está prestando un acto de vasallaje, aunque no lo sepa, a esa religión sincretista derivada del hinduismo, del budismo y otros cultos populares paganos, caracterizada por la magia y el ocultismo, asociado a la adoración de los ídolos y la práctica yoga. Por lo tanto, a todo cuanto un católico no puede de forma alguna asociarse. El consultante hace bien al no querer esa “improbidad” para sus hijos. Que la Santísima Virgen lo ayude en ese justo designio y para ello es altamente recomendable el uso de la Medalla Milagrosa, que representa a la Virgen Inmaculada aplastando con los pies a la serpiente infernal.
* Tantra o tantrismo: conjunto de escritos y prácticas hindúes y budistas.
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