Significado e importancia para la vida intelectual En homenaje por el 18º aniversario de su fallecimiento, transcribimos a continuación extractos de una conferencia proferida el 22 de julio de 1974, por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, sobre la importancia de la explicitación para la vida intelectual. Creemos que el tema servirá de reflexión a nuestros lectores, en una época que se caracteriza precisamente por el empobrecimiento intelectual. El texto mantiene el estilo coloquial y no fue revisado por el autor. Plinio Corrêa de Oliveira Explicitación es algo sobre lo cual se hablaba relativamente poco en los estudios que yo cursé y es, sin embargo, una de las más importantes operaciones mentales. ¿Qué es una explicitación? Es el esfuerzo por el cual una persona consigue definir una idea o noción rica en su espíritu, pero que se encontraba confundida porque no se sentía capaz de expresarla. Entonces, la explicitación es el esfuerzo por el cual la persona actúa sobre esa noción implícita y la transforma en una formulación clara, precisa, definida, explícita. Los prefijos “in” y “ex” significan eso: “in” es hacia dentro, “ex” es hacia fuera: exterior, explosión, explicitación. La noción implícita es la que está apenas en nuestro espíritu y no sabemos exteriorizarla. Ella se vuelve explícita cuando pasa del “in” al “ex”, haciéndose bastante clara para que la pongamos en palabras y transmitirla a los demás. Ciertos pueblos poseen una gran capacidad para captar la realidad, pero no tienen el hábito de explicitar El brasileño, por ejemplo, es particularmente muy intuitivo: ve una cosa y “pesca” algo, pero tiene dificultades para explicitar. Cuando se le pregunta: – ¿Se fijó en tal cosa? – Sí. – ¿Entendió? Y hace un comentario por donde se nota que algo entendió. Uno le pregunta qué entendió, a lo que contesta: – Ah… en fin… cómo es… usted sabe… etc., etc. Pero la respuesta no sale. Es decir, es un pueblo que tiene mucha captación implícita de las cosas y poco hábito de explicitar, tal vez hasta una cierta dificultad de hacerlo. Y eso es una característica que no está en la raza. Está en el ambiente. Porque los que no tienen sangre brasileña y que vienen a vivir aquí, en la segunda o en la tercera generación quedan así también. De manera que no se trata de algo racial, sino de un fenómeno cultural. Está en nuestra atmósfera y las cosas suceden así. Es propio del brasileño, por ejemplo, prestar atención en tres o cuatro cosas al mismo tiempo… Ustedes se ríen, porque perciben que hay algo de verdad. Yo les estoy ayudando a explicitar. Entonces, prestan atención en lo que digo, en el modo como lo digo y en mí mientras digo estas cosas. Eso forma como que tres lentes a través de los cuales el brasileño ve la realidad. Y, durante una misma conferencia, mira una cosa, mira otra, coge al vuelo el curso de la exposición, pierde una parte de ella porque está pensando en otro asunto, y vuelve de nuevo… Sería muy exagerado llamar a esto orden. Sería tal vez amable, pero ciertamente sería muy exagerado. No sería muy amable, pero sería muy veraz llamar a esto desorden. Ejemplo de esfuerzo de explicitación Cuando me di cuenta de ello —tenía yo, tal vez, unos 25 ó 30 años— comprendí que lo mejor de mi vida como intelectual no consistía tanto en aprender lo que no sabía, sino en encontrar los conceptos para expresar lo que ya había percibido. En ese sentido, como ejemplo de esfuerzo de explicitación, analicen la sección Ambientes, Costumbres, Civilizaciones. Aquello todo son impresiones confusas que una persona tiene delante de un cuadro o de una escena, y que fueron explicitadas. No leí ningún libro para escribir esos artículos. Pero “leí” dentro de mí y busqué explicitar y plasmar las ideas en el papel. Si no me equivoqué —y si no me equivoco— saqué buenos frutos de este sistema. Es natural, pues, desear que otros saquen también provecho de él y les quiera enseñar a explicitar. Se me ocurrió, entonces, hacer un pequeño ejercicio de explicitación. La idea que no es capaz de traducirse adecuadamente en palabras está en gestación, aún no nació ¿Cuál es la finalidad del ejercicio? No se trata apenas de que expliciten algo, quiero darles el deseo, el gusto de explicitar. Veo aquí a algunos hispanoamericanos en el auditorio. Con esto entenderán un poco más cómo es el estilo del brasileño. Para el hispanoamericano, la explicitación no tiene el mismo papel que para el brasileño, pero tiene su importancia. Entonces, vamos a tratar de hacer una explicitación. Todos siguieron la reunión anterior con interés. Cuando alguien se interesa por una exposición, eso significa que comprende —al menos de un modo difuso— que existe un motivo para conocer aquello. Caso contrario, es difícil que el asunto despierte atención. Entonces ustedes comprendieron que había un cierto motivo para atender la exposición hecha sobre la guerra de Chipre [en aquellos días, Turquía invadió Chipre desencadenando una guerra civil en la isla]. Realmente existen muchos motivos para acompañar el asunto. Sin embargo, no sé si sabrían poner por escrito por qué se interesaron y cuál es el motivo por el que deben conocer lo que sucede en Chipre. Sobre todo, qué relación tiene el tema con nuestra vocación de católico. Afirmar enfáticamente: “Es tal la relación con la vocación”, o si no, “hay una, dos, tres ó 47 relaciones y por eso debo interesarme por el tema”, dudo que alguien lo haga. Sin embargo, en la medida en que se fuese exponiendo las diversas razones, es posible que comentaran: “¡Es verdad! ¡Eso también es verdad!”. Es decir, eran cosas que estaban implícitas y que para el mejor aprovechamiento de la vida intelectual deben tornarse explícitas. Porque, de lo contrario, no se posee firmeza en las ideas. Pues, una idea verdaderamente sólida es la que uno es capaz de presentar claramente para sí mismo. Y esto sólo ocurre cuando somos capaces de presentarla bien a los demás. La idea que no es capaz de traducirse adecuadamente en palabras es una idea que está en gestación, aún no nació. El nacimiento completo de un pensamiento se da cuando es tan claro que, presentado a otros, éstos lo entienden. Ésa es la elaboración completa de una idea. El hombre es un animal racional. Es más racional que animal. Debe, por lo tanto, elaborar ideas y con claridad. Qué motivos nos llevan a prestar atención en los acontecimientos internacionales En el Gloria se reza: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Debemos saber ahora, independiente de nuestra misión —porque Dios es Dios y es el Supremo Señor de todas las cosas, nuestro Rey y nuestro Padre—, queremos saber en qué este asunto toca o no en su gloria.
Todo verdadero católico debe interesarse por la gloria de Dios en todos los sentidos, y ahora también. No sólo en la eternidad. Entonces, este asunto [ayer Chipre, hoy Siria, mañana…] puede tocar en la gloria de Dios. Por ejemplo: ¿de qué lado está la injusticia? ¿Quién fue el que pecó? ¿Qué pecados y qué actos de virtud están siendo cometidos en esta guerra? ¿Cómo es que Dios está siendo defendido o servido en esta guerra? Es algo que nos interesa y que a ese título debemos acompañar. Porque todo cuanto sucede, bajo el punto de vista de la gloria de Dios, nos debe interesar. Otra consideración es la aproximación de los acontecimientos previstos por Nuestra Señora en Fátima y nuestra vida espiritual. Es un hecho de observación corriente que toda persona que va bien espiritualmente, tiene la tendencia a entusiasmarse con la realización de aquellas palabras proféticas de la Santísima Virgen: ¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará! Hace parte, por lo tanto, de nuestra vida espiritual que procuremos saber si tal realización está lejos o próxima, para transformar ello en elementos de progreso de la vida espiritual. Por otro lado, el valor es una virtud que se educa, porque todas las virtudes son objeto de una educación. Nos educamos para el valor leyendo acontecimientos como el de Chipre y preguntándonos: “Si algún día sobrevienen en el mundo hechos como éste que puedan desencadenar una guerra mundial, ¿tendremos el valor de aguantar tal o cual situación?” A medida que se hace esa pregunta, con la gracia de Dios, la fibra del alma se vuelve más resistente y uno se va preparando para aquellas circunstancias. Es algo evidente. Y así, para nuestra vida espiritual, es de gran interés. Es de interés hasta para aquellos que puedan tener pánico frente a una situación como ésa. Porque el pánico es, a veces, un miedo culposo y que se trata de combatir habituando el espíritu a considerar aquellos peligros. Otras veces se trata de una vía espiritual excepcional, poco común, pero posible, en que la persona debe decir: “Tengo pánico, pero espero que en la hora del peligro la Santísima Virgen me conceda gracias extraordinarias. Desde ya voy a rezar para tener valor en la hora de las grandes dedicaciones”. ¿No rezamos eso siempre en el Avemaría? “Rogad por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. La hora de la muerte es la hora de la mayor conflagración individual. Es propio de necios pensar que uno no se va a morir; es el mayor engaño que pueda haber, porque todos somos mortales. Y es necesario que seamos héroes en esa hora también. Por lo tanto, debemos pedir a la Santísima Virgen que nos dé firmeza de ánimo en la hora de la muerte, y pedirlo desde ya. Existe, por lo tanto, todo un filón de la vida espiritual para desarrollar y que presenta, más o menos, el conjunto de razones por las cuales se debe conocer la cuestión de Chipre. Adiestrar la inteligencia para servir bien a Dios Una razón suplementaria es la siguiente: el estudio de las cosas políticas ilustra mucho el espíritu. Toda aquella complicación política proporciona al espíritu destreza y robustez a la inteligencia. Entonces, seguir esos acontecimientos hace que la inteligencia se agilice, es una gimnasia para el espíritu. Y puesto que debemos servir a Dios Nuestro Señor con todos nuestros recursos —intelectuales también, claro está— es bueno que la persona, sin otras pretensiones, procure sin embargo ejercer bien sus actividades intelectuales para que esta potencia del alma [la inteligencia] esté en condiciones de prestar a Dios el mayor servicio posible. Ahí tienen un cúmulo de razones. ¿Es o no es verdad que valió la pena que explicitemos todo eso y que, terminado el día, quedemos con las ideas más claras que cuando lo comenzamos? Es evidente. Observen esta curiosidad: no fue dicho nada que no supiesen. Sin embargo, no se puede decir que haya sido una lectura ni banal, ni inútil. ¿Por qué? En tesis, si repetimos cosas sabidas, fue inútil. Pero recordar las cosas sabidas, formularlas, ordenarlas, es algo de gran utilidad intelectual. Es explicitar…
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