San Juan Bosco La matanza de los Inocentes Herodes esperaba a los Magos para tener noticias acerca del nacimiento de Cristo, pero sus intenciones eran pérfidas. Temiendo un rival que pudiese tomar su puesto, quería a toda costa eliminarlo. En vano esperó a los tres Reyes Magos y, agitado por mil sospechas, dio la orden de que todos los pequeñuelos de Belén y sus alrededores de menos de dos años fuesen muertos, con la expectativa de que en esa matanza fuera incluido también el Niño Jesús.
Huida de la Sagrada Familia a Egipto Vanos son los planes de los hombres cuando contradicen la voluntad de Dios. ¡Para dar muerte a uno se degüella a una multitud y tan sólo el perseguido se salva! Avisado José mientras dormía, de las malvadas disposiciones de Herodes, huyó a Egipto con María y el Niño; y de allí no volvió hasta que el ángel le anunció la muerte del perseguidor. Entonces la Sagrada Familia regresó a Nazaret, su patria, cumpliéndose de esta suerte la profecía de Oseas que había dicho en nombre de Dios: —Desde Egipto he llamado a mi hijo. Fin funesto de Herodes La crueldad de que dio pruebas Herodes con sus semejantes, con su familia y hasta consigo mismo, atrajo sobre sí la ira de Dios, cuyos efectos experimentó aún en esta vida. Muchas revueltas suscitadas en sus estados pusieron en peligro su trono. Cayeron sobre su familia grandes desgracias, a las cuales él mismo puso el colmo dando muerte a su mujer y a su hijo. Un malestar continuo y un fuego devorador le consumían por dentro. Padecía tan grande hambre que nada bastaba para saciarse. Sus entrañas se cubrieron de úlceras, su aliento corrompido no permitía que nadie se acercase a él; su cuerpo, hecho un hervidero de gusanos, exhalaba un hedor insoportable. En semejante estado, sufriendo un infierno anticipado, cesó de vivir sin dar señal alguna de arrepentimiento. De esta manera refiere Flavio Josefo la muerte del cruel Herodes, autor del degüello de los Inocentes. Jesús disputa con los Doctores María y José, juntamente con Jesús, vivían tranquilos en su pueblo ganando el pan con el trabajo de sus manos. A la edad de doce años, habiendo ido Jesús con sus padres a Jerusalén para celebrar la Pascua, se perdió; José y María le buscaron por tres días, y al fin le encontraron en el templo disputando con los doctores de la Ley, llenándoles de admiración por sus sabias preguntas y respuestas. Apenas le vio, María le dijo: —Hijo mío. ¿por qué has hecho esto? Y Jesús le contestó: —¿No sabíais que yo tengo que ocuparme en las cosas que atañen a mi Padre celestial? Este es el último hecho que se refiere a la infancia de Jesús. Vuelto a Nazaret, vivió hasta los treinta años, sumiso a María y José, ocupado en los trabajos de un humilde artesano. La historia de la adolescencia de Jesús se halla compendiada en estas palabras: Jesús obedecía a María y José, y crecía en edad y sabiduría ante Dios y los hombres. Dedicaos, jóvenes, a imitación de Jesús, a la obediencia: sea Él vuestro único modelo, y sed como Él, dóciles y piadosos.
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