La Santísima Virgen, a fin de favorecer la conversión de los pecadores empedernidos y evitar así que caigan en los tormentos eternos, en la tercera aparición (13 de julio de 1917) mostró el infierno a los tres confidentes de Fátima. Visión extraordinariamente bien narrada por la hermana Lucía: * * * Abrió [la Virgen] de nuevo las manos, como en los dos meses anteriores. El reflejo pareció penetrar la tierra y vimos como que un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fueran brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor (debió ser al depararme con esta vista que di ese ‘¡ay!’ que dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, mas transparentes como negros carbones en brasa. Asustados y pidiendo socorro, levantamos la mirada hacia la Santísima Virgen que nos dijo, con bondad y tristeza: “Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”.
* Um caminho sob o olhar de Maria – Biografia da Irmã Lúcia Maria de Jesus e do Coração Imaculado, Carmelo de Coimbra, Edições Carmelo, Coimbra, 2013, p. 63.
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