Estimados amigos: En las más diversas circunstancias de la vida, la Divina Providencia nos estimula particularmente a la práctica de la confianza. Es lo que ocurre en el momento actual, en que la humanidad atraviesa una de las peores crisis de su historia. Vivimos, pues, una época de lo más propicia para el ejercicio de esta noble virtud. Para fortalecer nuestra confianza, los católicos disponemos de una vasta colección de obras y de autores, entre las cuales destaca el tratado del ilustre sacerdote Thomas de Saint Laurent (1879-1949), El Libro de la Confianza, que recomiendo encarecidamente a nuestros lectores. Un espléndido ejemplo, al mismo tiempo de intransigencia y de confianza en la vida de los santos, es expuesto a continuación en el Tema del Mes por Antonio Augusto Borelli Machado. El reconocido autor mariano nos desvenda lo que podríamos llamar los entretelones de las célebres apariciones de la Santísima Virgen a santa Catalina Labouré, en la capilla de la Rue du Bac, en París. A los 24 años de edad, siendo apenas una novicia de las Hijas de la Caridad, la vidente recibió en tres ocasiones la visita de la celestial Señora —18 de julio, 27 de noviembre y en diciembre de 1830, respectivamente— junto con el maravilloso encargo de acuñar y propagar una medalla, hoy conocida como la Medalla Milagrosa en el mundo entero. Para llevar a cabo su misión, Catalina tuvo que luchar durante décadas con su confesor, el vicentino Juan María Aladel, para que fuesen atendidos fielmente los pedidos de la Madre de Dios. Esto, sin que se conociera quién era la religiosa favorecida con las apariciones; incluso después de la muerte de su confesor. A Dios gracias, en 1876, poco antes de fallecer, la hermana Catalina se vio constreñida a revelar su secreto a la hermana Dufès, su superiora. En Jesús y María, El Director
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La Medalla Milagrosa El ejemplo de santa Catalina Labouré |
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