SOS Familia La institución familiar en la Historia de la Civilización

Siendo la institución de la familia uno de los principales blancos —si no el principal— de los promotores de la corrupción en nuestros días, existe una urgente necesidad de fortalecer esta institución con conceptos sólidos, para que ella pueda defenderse con más facilidad contra el “mar de lodo” moral que amenaza sumergirla.


Dios condujo a Abraham —Patriarca suscitado por el Creador para ser el fundador del pueblo elegido— fuera de su tienda, y le dijo: «Mira hacia el cielo, y cuenta, si puedes, las estrellas. Así será tu descendencia»


Iniciamos hoy la publicación de una nueva serie para esta sección, con trechos escogidos del espléndido libro El espíritu de familia en el hogar, en la sociedad y en el Estado,1 de Mons. Henri Delassus (ver recuadro más abajo), en el cual este conceptuado escritor y polemista católico demuestra la importancia de la familia en el origen histórico de la Civilización, como fuente de vida de las sociedades, según los planes del Creador.

Primero, Dios creó a Adán. Después le dio por compañera a la mujer, Eva. Bendijo entonces al hombre y a la mujer, y les dijo: «Creced y multiplicaos, llenad y dominad la tierra» (Gén. 1, 27).

Dios creó así la familia; hizo de ella una sociedad, pero siguió un plan totalmente diferente de aquel que propugna hoy el igualitarismo social: quiso a la mujer sumisa al hombre, y a los hijos sumisos a los padres. Encontramos pues, en el propio origen del género humano, las tres grandes leyes sociales: la autoridad, la jerarquía y la unión. La autoridad, que pertenece a los autores de la vida; la jerarquía, que confiere al hombre una posición dominante en la familia y hace a los padres superiores a los hijos; y la unión, que deben conservar entre sí aquellos que una misma sangre vivifica.

Los estados nacieron de esta sociedad primera

«La familia —dice Cicerón— es el principio de la ciudad y, de alguna forma, la semilla de la república. La familia se divide, aunque permanezca unida; cuando los hermanos, los hijos y nietos de ellos, ya no consiguen albergarse en la casa paterna, salen para fundar nuevas casas, como otras tantas colonias. Forman alianzas, de donde surgen nuevas afinidades, y la familia se propaga. Poco a poco las casas se multiplican, todo crece, todo se desarrolla y nace la república» (República, I, 7).

Tal es el origen del pueblo de Dios: Abraham funda una familia nueva; de esta familia surgen doce tribus, y éstas vienen a formar un pueblo.

Lo mismo sucede con los gentiles

Fustel de Coulanges, en su célebre libro La Ciudad Antigua, demuestra cómo en la antigua Grecia, así como en la Italia de los romanos, el Estado nació en el hogar doméstico. La fratria de los griegos (sociedad de hermanos), como la gens de los romanos (sociedad de las familias formadas a partir de un tronco único), eran simplemente familias más extendidas, reunidas bajo la autoridad de un mismo jefe, que en Roma tenía el nombre de padre, pater, y en Atenas el de eupátrida, buen padre.

En el origen de las civilizaciones asiria, egipcia y otras, encontramos también una o algunas familias que se van desarrollando por sí mismas, hasta que otras vienen a unírseles formando una tribu. A su vez, las tribus se aglomeran y surgen las naciones.

Mons. Henri Delassus
(1836-1921)

Fue ordenado sacerdote en 1862. Como periodista colaboró en la revista Semaine Religieuse de la diócesis de Cambrai (Francia), publicación de la cual se plasmó propietario, director y principal redactor en 1874. Escribió varios libros que contribuyeron a inicios del siglo XX para la lucha contra la herejía modernista y el liberalismo en el plano religioso.

Tal combate fue orientado por el gran Papa San Pío X, que premió a este insigne polemista francés, nombrándolo Protonotario Apostólico en 1911.

Familia en cuanto generadora de la patria

El conjunto de las personas puestas bajo la autoridad del padre se llama familia. A partir del siglo X [en Francia], el conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad del señor, jefe de la mesnie,2 se llama también familia. Igualmente se denomina familia el conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad del barón, jefe del dominio feudal. Y veremos que el conjunto de las familias francesas fue gobernado por una gran familia. El territorio sobre el cual se ejercían estas diversas autoridades, sea que se tratase del jefe de familia, del jefe de la mesnie, del barón feudal o del rey, era siempre denominado en los documentos: patria, o dominio del padre. «La patria —dice Funck Brentano— fue en su origen el territorio de la familia, la tierra del padre. La palabra se extendió al dominio señorial y a todo el reino, en el cual el rey era el padre del pueblo. El conjunto de los territorios sobre los cuales se ejercía la autoridad del rey se llamaba, pues, patria».

Papel de la familia como célula mater

En todas partes la civilización comenzó por la familia. Aquí y allá, aparecen hombres en los que es más intenso el amor paterno y el deseo de perpetuarse en sus descendientes. Se dedican al trabajo con más ardor, dominan con más firmeza y perseverancia sus pasiones, gobiernan la familia con más autoridad, se inspiran en costumbres más austeras y traducen esas costumbres en hábitos. Éstos se transmiten por la educación y se transforman en tradiciones, que las nuevas generaciones conservan en la vía abierta por sus antepasados. Caminando por esa vía, la familia es conducida a una situación cada vez más alta. Al mismo tiempo, la unión que conservan entre sí todas las ramas procedentes del tronco primitivo les da un vigor que crece día a día, con el número de familiares que se multiplica y las riquezas que se acumulan por el trabajo de todos.

Castillo de Arques, siglo XI. Para defenderse principalmente de las hordas de normandos y de magiares bárbaros que asolaron Europa en los siglos IX y X, los Señores del antiguo Imperio Carolingio que se fragmentó, construyeron al inicio de la época feudal castillos donde se refugiaban con los suyos y las familias de sus sirvientes. El castillo de Arques, en Francia, hoy destruido, es prototípico del castillo feudal de los preludios de aquella era.

En esta situación eminente, tal familia se convierte en el centro de la atención de aquellas que la circundan. Le piden refugio y protección y, en contraparte, prometen servirla. Algunas se sienten estimuladas por la prosperidad que ahí encuentran, deseando también poseerla, se dejan gobernar e instruir, y se esfuerzan en practicar las virtudes, cuyos ejemplos y resultados tienen ante los ojos.

Papel de la familia en la edificación de la Cristiandad

En el caso de Francia, entre las ruinas acumuladas por las invasiones de los bárbaros, el orden desaparecerá, porque ya no había autoridad. Mientras tanto, bajo la acción bienhechora de los santos, surgen algunas familias animadas por los sentimientos que el cristianismo comenzaba a difundir por el mundo: sentimientos de compasión por los pequeños y los débiles, sentimientos de amor y concordia entre todos, sentimientos de gratitud y de fidelidad entre los protegidos. La hagiografía de aquella época nos muestra en todas partes el espectáculo de las familias que se elevan de ese modo sobre las otras por la pujanza de sus virtudes.

Por encima de todas, aparece en el siglo X la familia de Hugo Capeto. Por la paciencia de su genio, perseverancia de su entrega, continuidad de sus servicios —y debemos añadir: «por la voluntad y gracia de Dios»— se puede decir que esta familia edificó Francia.

Cuando el conde Joseph de Maistre resaltó la frase de la Escritura: «Yo soy quien hago a los reyes», hizo hincapié de añadir: «Esto no es una metáfora, sino una ley del mundo político. Al pie de la letra, Dios hace a los reyes. Prepara las estirpes reales; las ampara en medio de las brumas que encubren sus orígenes. Así aparecen coronadas de honra y gloria».     


Notas.-

1. Mons. Henri Delassus, O espírito de família no lar, na sociedade e no Estado, Editora Civilização, Oporto, 2000, pp. 15-22).
2. Mesnie, magnie, maison: casa, familia, como aún se dice hoy «la casa de Francia».



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Tesoros de la Fe N°38 febrero 2005


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