Procónsul romano en África, impertérrito defensor de la fe católica frente a los donatistas, que lo condenaron a muerte. Con su sangre selló la doctrina inmortal de la Iglesia. Su fiesta se celebra el 6 de abril. Plinio María Solimeo
Tanto la fecha de nacimiento como la vida privada de este mártir son desconocidas, salvo que nació en Toledo (España), tuvo un hermano llamado Apringio y se casó con Anapsiquia, quien más tarde se convertiría en corresponsal de san Jerónimo. Probablemente estudió derecho y se trasladó a Roma, donde lo vemos en la corte del emperador Honorio. Conocido en la época como “un aristócrata culto y generoso, interesado en la teología”, Flavio ocupó el cargo de tribuno y notario bajo el mandato de aquel emperador, quien depositó en él toda su confianza por su sabio juicio y su conducta irreprochable. Honorio I (Flavio Honorio Augusto), nació en Constantinopla el 9 de setiembre de 384 y se convirtió en emperador romano de Occidente al final del Imperio. Su reinado estuvo marcado por el saqueo de Roma por los visigodos liderados por Alarico, en 410, y por otros trágicos acontecimientos. “La debilidad y timidez del emperador se vieron agravadas por las circunstancias históricas de los ataques vándalos y visigodos, convirtiendo su gobierno en uno de los peores de los anales romanos. Sus intervenciones en el curso de los acontecimientos fueron invariablemente negativas, contribuyendo al debilitamiento y al declive final del Imperio Romano de Occidente. Murió de hidropesía a los 38 años de edad”.1 Africa Proconsularis Veamos a continuación algunos datos que nos ayudarán a situar el escenario en el que se desarrollaron la acción y el martirio de san Flavio Marcelino. África Proconsular era una provincia senatorial del Imperio Romano creada por Augusto el año 27 a.C. a partir de la fusión de dos provincias existentes en la República: la Africa Nova y la Africa Vetus. Este territorio había estado ocupado por cartagineses y númidas, que se habían asentado allí a mediados del siglo IX a.C.. Cuando los romanos se apoderaron de ella, trajeron consigo sus leyes y su cultura, convirtiéndola en una de las provincias extranjeras más desarrolladas de todo el Imperio durante la Pax Romana. La Pax Romana fue un periodo de la historia romana marcado por una aparente paz y prosperidad, durante la transición del periodo republicano al imperial, que aportó estabilidad al Imperio Romano y garantizó la autoridad de Roma sobre sus provincias, iniciándose con la coronación de Augusto César en el año 27 a.C., acontecimiento que puso fin al periodo de la república romana. Durante esta época, los romanos que se trasladaron al norte de África fundaron allí varias ciudades que alcanzaron un gran desarrollo, rivalizando incluso con las grandes urbes de otras partes del Imperio. A principios del siglo V, ante la amenaza de los bárbaros que se cernía sobre Roma, otra oleada de familias ilustres comenzó a abandonar la Ciudad Eterna, buscando refugio en las provincias de África donde poseían propiedades. Cartago fue la gran metrópoli de esta región. Fundada por cartagineses, como su nombre lo indica, fue destruida durante la Tercera Guerra Púnica (la última de las guerras entre Roma y Cartago, del año 149 al 146 a.C.), y vuelta a fundar por César y Augusto como colonia romana (siglo I a.C.). Poco a poco recuperó su antigua prosperidad y su población creció hasta el punto de que llegó a ser la cuarta ciudad más grande del Imperio Romano, con una población estimada en medio millón de habitantes. Así se convirtió en la verdadera capital del África romana y del África cristiana.
Juez plenipotenciario Fue entonces, el año 411, cuando el emperador Honorio envió a Flavio Marcelino al África como juez plenipotenciario para presidir y dictar sentencia en la gran conferencia entre los representantes de los católicos y los herejes donatistas en Cartago, el centro comercial y administrativo más importante del Mediterráneo y una de las ciudades más ricas del mundo clásico. Honorio también nombró a Apringio, hermano de Flavio, procónsul para el África. Originalmente, este cargo se había creado en la República romana para nombrar a los generales y gobernadores provinciales, sin necesidad de elegir más magistrados cada año. Marcelino y Agustín Marcelino era un buen católico, muy piadoso y cultivado. Desde temprana edad mostró un gran interés por las cuestiones teológicas y religiosas, lo que le llevó a entablar una estrecha amistad con el gran doctor de la Iglesia, san Agustín, obispo de Hipona. Para responder a sus interrogantes, san Agustín escribió Sobre la remisión de los pecados, Sobre el bautismo de los niños y El espíritu y la letra. También escribió para el santo mártir los tratados Sobre la Trinidad, que Marcelino nunca llegó a leer. San Agustín también le dio a leer los capítulos de su obra magna, La ciudad de Dios, a medida que los iba componiendo. San Jerónimo mantuvo asimismo correspondencia con el futuro mártir. El donatismo en aquel tiempo Para comprender la importancia de la misión de Flavio Marcelino en Cartago, debemos tener en cuenta el donatismo tal como existía en aquella época, especialmente en esa capital y en Numidia. El donatismo era un movimiento rigorista que, entre otras cosas, afirmaba que la eficacia de los sacramentos dependía de la dignidad del ministro, lo cual es una herejía condenada por la Iglesia. Ahora bien, “en África, la disputa entre donatistas y ortodoxos no solo fue doctrinal, sino que también involucró tensiones regionales y sociales: Numidia [centro de los herejes] contra África proconsular y proletarios contra terratenientes romanos. En 405, un decreto imperial declaró herejes a los donatistas y prescribió la confiscación de sus propiedades […]. En 410 Marcelino recibió instrucciones de ‘abolir la nueva superstición’. [Por entonces] los obispos ortodoxos esperaban que los donatistas fueran más susceptibles a un debate razonado y solicitaron al emperador que convocara una conferencia” entre las dos partes.2
San Optato y san Agustín El gran campeón católico contra el donatismo en África fue san Optato, obispo de Mileve en Numidia. El Martirologio Romano del 4 de junio dice a su respecto: “a quien los santos Padres de la Iglesia Agustín y Fulgencio celebraron con sus alabanzas”.3 Este santo escribió su gran obra De schismate Donatistarum en respuesta al obispo donatista de Cartago, Parmeniano, en tiempos de Valentiniano y Valente (364-375), como lo señala san Jerónimo. Obra compuesta de siete libros, en el quinto de ellos san Optato demuestra, basándose en las Escrituras, la validez del bautismo, incluso cuando es administrado por pecadores, ya que es Cristo quien lo confiere y el ministro es un mero instrumento. A san Optato le siguió san Agustín, que comenzó su victoriosa campaña contra el donatismo el año 391, poco después de ser ordenado sacerdote. Escribió un Abecedarium contra los donatistas, basado en los argumentos presentados por san Optato, en el cual indica “que la secta fue fundada por mercaderes, condenada por el Papa y el concilio, [estando] separada de todo el mundo, [siendo] causa de división, violencia y derramamiento de sangre”.4 Condenas al donatismo Las reuniones sobre el donatismo comenzaron el día 1 de junio del 411, bajo la dirección de san Flavio Marcelino, y duraron varios días. En ellas participaron obispos ortodoxos y herejes para debatir la cuestión. Marcelino no ocultó la postura del emperador contra la secta. Sin embargo, actuó con gran paciencia y total imparcialidad, decidiendo no obstante que los donatistas eran herejes, que debían renunciar a sus iglesias y volver a las que estaban bajo el control de los obispos y sacerdotes ortodoxos. Los donatistas alegaron que el juez había sido sobornado. A la vista del resultado de las reuniones, el 30 de enero de 412, Honorio promulgó una ley terminante contra los herejes, renovando la antigua legislación que los condenaba y añadiendo una escala de multas tanto para el clero donatista como para los laicos y sus esposas. Todos los obispos y clérigos donatistas fueron desterrados del África. La sentencia fue ejecutada por el ejército romano con gran severidad. La persecución fue tan sangrienta que el propio san Agustín, que había sido uno de los líderes en la condena del donatismo como herejía, protestó contra dicho tratamiento. Posteriormente, algunos de los donatistas protagonizaron esporádicamente actos violentos contra sacerdotes ortodoxos. Marcelino presidió el juicio de los arrestados. San Agustín, que anhelaba la conversión de los herejes, apeló a la clemencia tanto a Marcelino como a su hermano Apringio, procónsul del África. El hecho de que el obispo de Hipona y Marcelino mantuvieran una estrecha amistad sugiere que la petición de Agustín fue atendida.
La extinción de la secta El año 418, cuando la herejía aún persistía, el obispo de Hipona, atendiendo a los deseos del Papa Zózimo, mantuvo un debate con el máximo líder de los donatistas remanentes, Emérito, pero no se llegó a ningún resultado. Poco se ha sabido de estos herejes desde la invasión de los vándalos el año 430. Parece que revivieron un poco en tiempos de san Gregorio Magno, que se quejó al emperador Mauricio de que las leyes contra ellos no se aplicaban con rigor. Pero desaparecieron definitivamente con la irrupción de los sarracenos. La palma del martirio El año 413, los donatistas, que no habían perdonado a Marcelino su condena, le acusaron injustamente a él y a su hermano de estar implicados en la rebelión del usurpador Heracliano contra el emperador. Heracliano, gobernador provincial, desembarcó en Italia aquel mismo año al frente de un gran ejército para destronar a Honorio, pero fue derrotado y abatido. Fue entonces cuando, llevado por sus simpatías hacia los donatistas, el general Marino, que se había enfrentado a la rebelión de Heracliano, aceptó la pérfida acusación contra los dos hermanos y los hizo arrestar. Las fuentes de esta información afirman que ambos fueron condenados a muerte y ejecutados.5 Sin embargo, otras fuentes confiables, especialmente el Martirologio Romano, afirman que únicamente Marcelino fue ejecutado. Por eso mismo fue canonizado por la Iglesia, que no dice nada de Apringio. Tal vez fuera absuelto por no haber tomado parte en la condena de los donatistas, o haya muerto en la cárcel. Aunque san Agustín y varios obispos del África intercedieron por él, de nada sirvió: Flavio Marcelino fue condenado a muerte y ejecutado por orden de Marino el 12 de setiembre del 413. Sucedió que el emperador Honorio, quien creía en la inocencia de Marcelino, que siempre fue tan correcto en su servicio, condenó el acto de Marino y lo destituyó. Pero ya era demasiado tarde. No obstante, la falsa acusación fue anulada posteriormente y la Iglesia pasó a venerar a Marcelino como mártir. A pesar de ello, san Marcelino no fue incluido en el Martirologio Romano hasta que este fue revisado por Baronius en 1586. San Marcelino tiene una estatua que adorna la parte superior del transepto sur del Duomo de Milán, y otra en la mitad sur de la columnata de Bernini en la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
Notas.- 1. Cf. https://pt.wikipedia.org/wiki/Hon%C3%B3rio. 2. https://hmong.es/wiki/Marcellinus_of_Carthage. 3. http://www.tradicioncatolica.com/martirologio-romano-4-de-junio. 4. The Catholic Encyclopedia, John Chapman, Donatists. 5. Cf. https://en.wikipedia.org/wiki/Marcellinus_of_Carthage y
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