“Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: «Volveré a mi casa, de donde salí». Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio” (Lc. 11, 24-26). Tal es la advertencia que Nuestro Señor nos hace en el Evangelio, para que estemos prevenidos contra el demonio que vuelve. ¿Prevalece ella también para la esfera social? O sea, todo un país o toda una área de civilización, en la cual el demonio fue previamente exorcizado, ¿puede estar sujeta a un regreso de Satanás y sus secuaces, creando una infestación aún peor que la anterior? Plinio Corrêa de Olivera creía que sí. Explica él que la cristianización de Occidente tuvo su apogeo en la Edad Media, con la consecuente eliminación (como fenómeno social) de las religiones y prácticas satanistas del mundo pagano. No obstante, a partir del siglo XIV, se inició un proceso de decadencia —la Revolución— que, teniendo por etapas el Renacimiento, la seudo-reforma protestante, la Revolución Francesa y el comunismo, tiende a un estado de cosas cada vez más distante de los principios católicos; y pretende, en último análisis, la aceptación del satanismo. Es el demonio que vuelve de una manera aún más terrible, porque lo hace en el carro de la apostasía de Occidente. El acierto de tal previsión viene siendo ampliamente comprobado por numerosos hechos de alcance social en el mundo contemporáneo: incursiones del rock satánico, multiplicación de las blasfemias y sacrilegios, aumento de cultos diabólicos o sospechosos de ello, protección concedida a ritos mágicos africanos o indígenas, uso creciente de drogas, procesos de autodemolición de la Iglesia y de la sociedad civil, etc. Sirve aún como caldo de cultivo para la proliferación del satanismo la enorme infelicidad que los resultados de este proceso revolucionario trajeron para los hombres, en lugar de la prometida felicidad. En ese contexto, adquiere especial relevancia la entrevista concedida a la agencia Zenit por el presidente de la Asociación Italiana de Psicólogos y Psiquiatras Católicos, el Dr. Tonino Cantelmi, de la cual destacamos los siguientes párrafos: * * *
“Hoy en día, entre las diversas formas de desviación juvenil, se presenta la expansión del cada vez más preocupante fenómeno del satanismo cultural, con la complicidad de la fácil disponibilidad de contenidos esotéricos en internet y la falta de valores fuertes en la familia. “Según nuestros cálculos, en Italia hay unas cinco mil personas que están afectadas directamente con un tema satanista, pero estamos en presencia de un satanismo cultural y del desarrollo de un satanismo ateo, en el que Satanás es la ocasión para un ulterior encubrimiento, es una evolución. “Si hasta hace poco el satanismo se escondía tras las sombras de las ciudades o en pueblos, hoy, en red, el satanismo ha adquirido pleno derecho de ciudadanía: se ha convertido en un producto de consumo. “En la muestra examinada, en el 76% de los casos, se interesan por la magia, cartomancia, ritualismo, iniciación, esoterismo; mientras que el contacto con material satánico es facilísimo en el 78%, sobre todo a través de la música, cinematografía, libros e internet. “Más de la mitad de los jóvenes confiesa que tiene curiosidad por el satanismo; un joven de cada tres declara sentirse atraído; el 10% dice que si Satanás le asegurase la felicidad no tendría dificultad para seguirle. Signo éste de infelicidad y del sufrimiento que hay en el mundo actual” (www.zenit.org/article-30306?l=spanish). * * * ¡Por todo eso, Nuestra Señora llora! Y sólo una intervención divina, como la profetizada por Ella en Fátima, puede poner fin a la creciente satanización de la sociedad. Pidamos, pues, ardientemente esa intervención.
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