Defensora de la Fe Católica
Cuando la situación estaba humanamente perdida, la Santísima Virgen se aparece para ayudar a los conquistadores católicos a vencer una batalla contra indígenas paganos. Un maravilloso episodio de la conquista de Chile, que tuvo como escenario la ciudad de «Concepción de María Purísima del Nuevo Extremo» Valdis Grinsteins Tal vez algún lector, influenciado por el ambiente naturalista de nuestros días —y por una noción histórica errónea a respecto de la conquista de América— se sorprenda al advertir que Nuestra Señora no permanece indiferente ante la lucha de los que defienden una cultura católica contra los que se aferran a una cultura pagana, aunque ésta sea antigua y con cierta tradición. La devoción mariana que vamos a narrar constituye un ejemplo relevante de la interferencia de la propia Madre de Dios para favorecer a los católicos. “Fue Ella, fue Ella…” En el sur de Chile, en el siglo XVI, indígenas paganos estaban ganando la batalla contra los conquistadores católicos y ya habían incendiado casi toda la ciudad de Concepción (así llamada en honra de la Inmaculada Concepción de la Virgen). Apenas les faltaba tomar la plaza central, donde estaba la iglesia (en verdad, una pequeña capilla), único edificio que aún no había sido quemado. Cuando todo parecía perdido, de pronto, los indios mapuches huyen despavoridos. Tal fuga no obedecía a una estrategia de guerra, pues los paganos corrían en completo desorden. Intrigados, los españoles salieron en persecución de los nativos y consiguieron tomar algunos prisioneros. Curiosamente, varios indios estaban totalmente ciegos, otros atemorizados al máximo. Como no sabían si los aborígenes volverían al ataque, los cristianos decidieron mantener a los prisioneros en la capilla, por ser el único edificio aún en pie. Aquellos indios que habían quedado aterrorizados, mas no privados de la visión, al entrar en el templo, distinguieron una imagen de Nuestra Señora que ahí se encontraba y comenzaron a gritar: “Fue Ella, fue Ella”. Comenzaba así la devoción a una linda imagen de la Virgen Santísima que hoy se encuentra en el convento de las monjas trinitarias, en la ciudad de Concepción. El nombre de la devoción llama la atención: Boldo, un pequeño arbusto cuyas hojas son muy utilizadas para la preparación de una infusión. ¿Cuál es la razón de tan extraño nombre? Nuestra Señora se apareció sobre un arbusto de boldo. ¿Pero por qué se habría aparecido sobre tal vegetación y no en otra? Le pregunté al amigo chileno que me acompañaba, y él me respondió: “Ah, no lo sé, pero Ella bajó del boldo para coger tierra”. Tan inesperada explicación despertó mi curiosidad y me llevó a investigar la historia de la conquista española en Chile, estrechamente relacionada con esa devoción. Error histórico frecuente Los misioneros católicos, abiertos a todas las razas y pueblos, intentaron desde el comienzo de la colonización convertir a los indígenas. Pero la actitud de éstos hacia la religión católica —que empezaban a conocer con el descubrimiento de América— varió mucho de una tribu a otra. Algunas, al conocer la verdadera religión, la abrazaron rápidamente, y fueron adquiriendo los hábitos de la civilización cristiana a ella asociada. Abandonaban entonces costumbres pavorosas como la antropofagia, el aborto, la poligamia, etc., y pasaban a prosperar tanto del punto de vista espiritual como material. Lamentablemente otras tribus rechazaban la religión, pues los vicios ya los habían dominado a fondo y no querían abandonarlos. Juntamente con la religión, rechazaban la civilización, pues preferían vivir como salvajes a tener que obedecer normas que limitaban sus costumbres depravadas. Y los nativos que, aisladamente o en conjunto, aceptaron la Iglesia Católica —pasando a colaborar en su difusión— constituyeron entonces un gran apoyo para los evangelizadores. Lo cual los hizo blanco del odio mortal de parte de los otros aborígenes que se aferraban al paganismo. Varios convertidos fueron incluso martirizados y subieron al cielo, habiendo algunos de ellos sido proclamados bienaventurados. * * * Por ello, cuando se dice que la conquista de América consistió en una lucha de españoles y portugueses contra los indios, se comete una grosera simplificación. En realidad, de un lado estaban los españoles o portugueses apoyados por indígenas católicos o simpatizantes del catolicismo; y de otro indios recalcitrantes en el paganismo, muchas y muchas veces apoyando a piratas calvinistas o luteranos —holandeses, ingleses o franceses— y armados por ellos. Tales indios llegaron a tener como aliados, aunque raras veces, también a españoles o portugueses que prefirieron abandonar la civilización y vivir en poligamia con varias mujeres, rechazando la religión en la que fueron educados. Nadie debe extrañar por lo tanto que la Santísima Virgen se apareciera para favorecer a una de las partes en el combate, pues no se trataba de lucha de razas, sino de un enfrentamiento entre el credo verdadero y el error, entre la civilización cristiana y el paganismo. Tierra ferozmente disputada Entre los pueblos aborígenes que rechazaron desde un comienzo la religión católica figuran los araucanos, del sur de Chile. Uno de los líderes de las primeras rebeliones fue un indio apóstata llamado Lautaro, que abandonó el catolicismo. Él había sido bautizado con el nombre de Felipe, y fue la cabeza de la rebelión que, en 1554, incendió por primera vez la ciudad de Concepción, fundada por Pedro de Valdivia en 1550. Sin embargo, como los españoles estaban decididos a quedarse, una y otra vez reconstruyeron la ciudad. Los paganos, a su vez, volvían y quemaban todo. En 1570, el Cabido de la ciudad hizo un voto para pedir la protección de María Santísima, comprometiéndose a edificar una capilla dedicada a la Virgen de la Natividad y celebrar su fiesta. Además, todas las autoridades civiles y eclesiásticas, junto con el pueblo, prometieron ir descalzos, el día de su fiesta, hasta la capilla ahí existente. El voto fue hecho, y se colocó en la ermita una imagen de la Madre de Dios. Estupendo milagro En 1599, los araucanos volvieron por última vez a atacar Concepción. Siendo un pueblo numeroso y guerrero, los mapuches consiguieron sitiar a los católicos en la ciudad. Cuando iban a exterminarlos, notaron la presencia de una joven muy hermosa, rodeada por una extraordinaria luz, sobre las ramas de un boldo, cerca de la ermita de la Virgen. Desde el boldo, les hacía señales a los indios para impedir su entrada en la capilla. Pero éstos, endurecidos por el pecado y obcecados por el vicio, no quisieron detenerse ante tan portentosa aparición y continuaron su avance aparentemente victorioso. Fue en ese instante que la bella joven bajó del boldo y, cogiendo tierra con sus manos, comenzó a arrojarla contra los atacantes, ocasionando la derrota de los indios paganos. Algunos de ellos, como ya fue dicho, al ser llevados como prisioneros a la capilla, reconocieron en la imagen de Nuestra Señora a la joven que les lanzaba tierra. De ahí la exclamación: “Fue ella, fue ella la que nos lanzaba tierra y nos obligó a huir”. No es de extrañar que después esa victoria la devoción a Nuestra Señora del Boldo creciera de forma maravillosa. Cuando todo parezca perdido… confianza ilimitada ¿Si Nuestra Señora protegió de esa manera a los católicos en aquella época, no lo hará en nuestros días?
La historia de la Virgen del Boldo contiene varias enseñanzas para nosotros. Nos enseña que Nuestra Señora no es indiferente ante la lucha que sus hijos traban en la tierra. Y si Ella permite que ciertas situaciones adversas lleguen hasta el extremo, es para de aquel modo intervenir de forma aún más gloriosa. Además, el hecho de que la Madre de Dios cegara a los indios paganos, ocurrió solamente después de que ellos la vieron y, a pesar de ello, no se conmovieron. No es lícito, por lo tanto, presenciar ciertas manifestaciones divinas y continuar del mismo modo. Quien así procede, ofende y desprecia un don de Dios, y queda expuesto al castigo. Y alguien se puede considerar muy feliz, de que la ceguera se haya limitado apenas a la visión física y no a la del alma. Para concluir, una última reflexión: en muchas oportunidades puede parecernos que no hemos sido atendidos, porque nada vemos. Sin embargo, nuestros adversarios, a semejanza de los araucanos infieles, muchas veces ven perfectamente la protección divina que nos envuelve. Aprendamos a confiar en la oscuridad, pues al hombre que confía jamás le faltará la valiosa protección de María Santísima. Obra consultada.- * Juan Guillermo Prado O., Santuarios y Fiestas Marianas en Chile, Ediciones Paulinas, 2ª edición, 1993
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