Peter Vilhelm Ilsted, 1908, Colección particular Felipe Barandiarán Es de noche. Se adivina el silencio absoluto que reina en la penumbra de esta recogida estancia. Inmersa en esa atmósfera de quietud, el alma tiende a la reflexión. Todas las circunstancias, grandes o pequeñas, agradables, molestas o incluso dolorosas de la vida cotidiana, parecen desvanecerse. A solas consigo misma, su espíritu trasciende de cuanto le rodea y penetra en la región interior del recogimiento, de la reflexión y del estudio. Tres luces iluminan la escena. La menos importante es la que propiamente merece el nombre de luz: la que desprenden las dos velas y el candil. Su reflejo sobre el libro constituye la segunda nota brillante del lienzo. Se tiene la impresión de que el pensamiento contenido en el texto se torna más claro. Finalmente, el resplandor de las candelas y su reflejo en el libro iluminan el rostro, descubriendo en él la luz más verdadera: la del alma atenta y sutil que lee. Su expresión lo dice todo. Está inmersa en la lectura, serena, absorta, feliz. Es la felicidad del aislamiento, del recogimiento, la felicidad de pensar… Noble recogimiento interior que, en gran medida, el mundo moderno nos ha arrebatado. Cada vez son menos los que saben apreciar esta gozosa quietud. ¡Cómo se equivocan los que buscan la felicidad en el ruido, en la agitación, en el constante ir y venir de viajes sin mucho sentido, o en las sensaciones fuertes de los adictos a la adrenalina! Se ha generalizado la tendencia de creer que la felicidad es esto… el bullicio perpetuo. ¡Cuántos ruidos ahogan la voz de la gracia! Y es que Dios no se encuentra en la agitación (cf. 1 Re 19-11).
Peter Ilsted nació en Falster, Dinamarca, en 1861. Inició su formación en la Real Academia Danesa de Arte. Posteriormente, en la Academia Kunstnernes Studieskole, coincidió con el que sería su cuñado, Vilhelm Hammershøi, y con Carl Holsoe. Los tres constituyeron la élite de la pintura de interiores en la Dinamarca del siglo XIX. Fueron miembros de la llamada «Exposición libre», una sociedad de arte influenciada por los pintores del género holandeses del siglo XVII, en particular por Johannes Vermeer. Las escenas de estos tres pintores reflejan el orden de una vida tranquila. Sus interiores transmiten una sensación de tranquilidad y misterio, estancias iluminadas con suaves colores, decoraciones simplistas, habitadas por una o dos personas como mucho. Murió en Copenhague en 1933. * Comentario inspirado en el artículo Non in commotione Dominus, escrito por Plinio Corrêa de Oliveira, aparecido originalmente en la revista “Catolicismo”, nº 114, junio de 1960, y transcrito en “Tesoros de la Fe”, nº 117, setiembre de 2011.
|
París, Mayo de 1968 La Revolución de la Sorbona |
Santa Rosa de Lima Hija de una numerosa y honrada familia de mediana fortuna de la capital peruana, la futura santa Rosa de Lima nació el día 20 de abril de 1586... | |
No temas amar demasiado a la Santísima Virgen Si pudieras ponerle una vela a Nuestra Señora de las Victorias …, ¡tengo tanta confianza en ella …! No temas amar demasiado a la Santísima Virgen... | |
Hacer de los enemigos de la Iglesia mis propios enemigos personales COMO HOMBRE CELOSO en defender la integridad de la fe,[San Jerónimo] luchó denodadamente contra los que se habían apartado de la Iglesia, a los cuales consideraba como adversarios propios: “Responderé brevemente que jamás he perdonado a los herejes y que he puesto todo mi empeño en hacer de los enemigos de la Iglesia mis propios enemigos personales”... | |
Francisco de Fátima Esta pequeñita alma contemplaba a Dios en las cosas creadas. La creación contiene en sí un reflejo de las perfecciones divinas, que la mirada humana percibe y el alma admira, elevando así, el espíritu al Creador... | |
El caballero medieval EN LA EDAD MEDIA, los conceptos de caballería y de nobleza en cierto sentido se confundían. Así, no siempre el caballero era noble, pero muchos de ellos participaban de tal condición; no todos los nobles eran caballeros, aunque muchos lo fuesen... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino