La Palabra del Sacerdote Tatuajes, graffiti y adornos femeninos

PREGUNTA

Tengo 19 años y quiero pedirle un favor. Vi que usted es monitor de latín, y yo necesito traducir una frase al latín. Me explico mejor, yo pasé por una experiencia de vida muy difícil y dolorosa. Tuve un tumor, pero con la gracia de Dios me recuperé. En verdad, yo lo considero como un milagro. Y quería tatuar esa gracia.

La frase es: “De Él es la victoria alcanzada en mi vida”. ¿Podría usted traducírmela? Muy agradecida. ¡Espero su respuesta!


RESPUESTA

Aunque no sea “monitor de latín” como escribe la consultante, soy del tiempo en que se enseñaba latín en los seminarios; además, fui rector de seminario en dos diócesis brasileñas, en los cuales el latín era disciplina obligatoria. Y la frase, propuesta para la traducción, no es tan complicada que exija estudios especializados de latín. Así, le propongo la siguiente formulación: Tua est, Deus meus, in vita mea victoria. Como ve, sugiero explicitar que el “Él” de quien se trata es Dios, de modo que quien la lea entienda de inmediato que la referencia es a Dios, autor supremo de todas las victorias en nuestra vida. El latín es una lengua muy concisa y la palabra “alcanzada” es dispensable en la traducción; queda subentendida.


La joven que me escribe hará un bello apostolado tomando esa frase como divisa y mostrándola a quien quiera leerla. No obstante, un consejo: ¡no lo haga por medio de un tatuaje! Ya traté de este tema, en esta misma sección, en septiembre del 2010 y febrero de 2012. Pero vuelvo al asunto.

Advertencias importantes y oportunas

Sé bien que los tatuajes están de moda, principalmente entre los jóvenes, y cabe preguntarse no hay algo por detrás de esa moda. Como también de los graffiti en muros y paredes de edificios. Graffiti y tatuajes son parientes afines. Su ADN tiene en común diseminar la suciedad y la fealdad, y de ese modo contribuyen para contaminar las almas de los habitantes de las ciudades. Y, según manifiestan algunas noticias de prensa, sirven también, en muchos casos, para indicar la pertenencia a determinada tribu urbana y así “marcar territorio”, como lo hacen, por distintos métodos, diversas especies animales.

Nada de esto, pues, es tan inocente cuanto parece a primera vista. Así, aunque el tatuaje o el graffiti en sí pueda ser inocente, artístico y hasta santo —como es ciertamente el caso de nuestra lectora—, este se insiere en un contexto revolucionario, que las personas con el alma limpia tienen el deber de evitar.­


De un modo general, por lo tanto, los tatuajes deben ser vistos en un contexto mucho más amplio que el de la moralidad en sí de las frases o dibujos tatuados: es decir, la decencia de la vida pública y la protección de la moralidad individual. En nombre de estas, los oradores sagrados y los confesores deberían desaconsejar a los fieles la práctica de los tatuajes.

Además, tratándose de una joven, se pone un problema: ¿en qué parte del cuerpo va a ser tatuada la frase? Conforme recomiendan los moralistas católicos, las personas del sexo femenino deben, en cualquier edad, evitar exponer las partes del cuerpo denominadas pudendas, es decir, aquellas que el pudor humano recomienda mantener cubiertas. Y la razón es simple: las mujeres deben evitar exponer, de su cuerpo, todo aquello que excita la concupiscencia de otros.

La falta de observancia de esta regla elemental de modestia, es un factor más para explicar la multiplicación de situaciones gravemente perjudiciales para las propias jóvenes e incluso niñas —como los estupros o los embarazos precoces—, para cuya solución se apelará después, indebidamente, al nefando crimen del aborto, aunque disfrazado por el silencioso método de las píldoras abortivas.

Los adornos en la vestimenta femenina

Pero no por ello la joven consultante está desprovista de medios para ejecutar su honesto y meritorio deseo de proclamar la victoria de Dios en su vida, estampando la frase —¡curiosamente en latín!— Tua est, Deus meus, in vita mea victoria.


Es perfectamente legítimo que la mujer soltera se adorne decentemente, en vista de agradar a un eventual esposo, y, así, construir una nueva familia, según los designios de Dios; o, si ya está casada, de agradar al marido. Para esto, el genio inventivo femenino creó adornos para su presentación y vestimenta, tales como cintas para el cabello, diademas, aretes, pendientes, collares, broches, camafeos, brazaletes, anillos, etc. La mujer sensata los usará con moderación, distinción y elegancia, alternativamente, conforme las circunstancias. Cabrá a la consultante hacer uso de ese genio inventivo para colocar, o mandar grabar, la frase de su agrado en la disposición conveniente —en uno o dos de esos adornos, o en un crucifijo o medalla del Corazón de Jesús— de modo que sea discretamente legible por las personas con las cuales se relaciona. Prestará así, conforme desea, la ofrenda de gratitud debida a Dios que, a su entender, le propició una curación milagrosa. Y nadie será tan insensato de negarle el derecho de prestar crédito a la palabra interior que el Divino Espíritu Santo colocó en su corazón.

Nadie negará tampoco su derecho de realzar la belleza que Dios le dio, usando tal adorno. La propia Virgen Santísima, en sus apariciones, se muestra a los videntes de forma extremamente bella. “Una Señora más brillante que el sol”, describía la principal vidente de Fátima. Y en la Letanía lauretana, varias invocaciones exaltan la hermosura de la Reina de los cielos y de la tierra: Vaso honorífico, Rosa mística, Torre de marfil, Casa de oro, Estrella de la mañana, Reina de las vírgenes, etc.

Que la Santísima Virgen María inspire al consultante para que encuentre la manera­ más adecuada de satisfacer su legítimo voto, sin recurrir a métodos que las costumbres revolucionarios de nuestros días imponen dictatorialmente, con la intención de apartar a los hombres de Dios, ¡suma y eterna belleza! 

San Hermenegildo La tradición cristiana y la fermentación revolucionaria en la expresión fis
La tradición cristiana y la fermentación revolucionaria en la expresión fis
San Hermenegildo



Tesoros de la Fe N°124 abril 2012


Resurrexit! Sicut dixit, alleluia
Nº 124 - Abril 2012 - Año XI Todos somos un poco ateos ¿Una nueva ofensiva iconoclasta? Reflexiones para la Pascua Nuestra Señora de la Esperanza de Pontmain Consideraciones sobre el Padrenuestro – VI San Hermenegildo Tatuajes, graffiti y adornos femeninos La tradición cristiana y la fermentación revolucionaria en la expresión fisonómica



 Artículos relacionados
Madre católica, hijas evangélicas Estoy sin saber qué hacer. Soy católica y mantuve a mis hijas dentro de la Iglesia, mientras pude. Ahora ellas están frecuentando una iglesia evangélica. Por favor, deme una luz, dígame qué debo hacer y cómo me debo comportar ante esta situación, pues quiero que ellas vuelvan al Padre...

Leer artículo

¿Por qué Dimas, “el buen ladrón”, fue canonizado por la Iglesia? Quisiera saber: ¿por qué Dimas fue canonizado por la Iglesia? ¿Cuáles fueron sus virtudes a lo largo de la vida? Cabe recordar que solamente un evangelista menciona su conversión (Lc 23, 43). Todos los días miles de personas “aceptan” a Jesús en sus momentos postreros, pero ello no...

Leer artículo

¿Las buenas obras deben ser vistas por los hombres? Resolvemos en esta parte una cuestión más profunda. En una aparente contradicción de las Sagradas Escrituras, Dios nos da, a través de la Iglesia, el verdadero sentido y su aplicación a nuestros días...

Leer artículo

La Iglesia y la homosexualidad Quisiera conocer la posición de la Iglesia Católica acerca del homosexualismo, ¿dónde puedo encontrar respaldo en las Escrituras y en el Código de Derecho Canónico, para un posible debate? Qué actitudes la Iglesia manda tomar cuando me vea de frente con tal situación, especialmente...

Leer artículo

¿Puede un sacerdote confesar a un no católico? Depende. Si ese no católico fue bautizado, el sacerdote puede oírlo en confesión y ver en qué condiciones espirituales se encuentra y por qué razón lo busca. Hay tanta ignorancia religiosa hoy en día, que el primer...

Leer artículo





Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino

×