PREGUNTA ¡La paz en Nuestro Señor! Quisiera que, por favor, me responda la siguiente duda: Hay padres que provocan la ira de los hijos, denigrando a unos y favoreciendo a otros, sin ninguna razón que justifique ese procedimiento, en las leyes del Señor; cuando ocurre que el hijo, que se sienta perjudicado en su honor y por la falta de afecto, llame la atención de los padres, desencadenando una acalorada discusión, con intercambio de agresiones verbales: ¿está ese hijo en pecado mortal? ¿Habrá algún atenuante de culpabilidad para él, en razón del mal comportamiento de los padres, en vista del mandamiento de honrar padre y madre? RESPUESTA Una agresión verbal de un hijo contra sus padres difícilmente se justifica: es necesario hacer valer sus justos reclamos, con palabras firmes, pero sin recurrir a la violencia verbal. Si el hijo se excedió, violó el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, de honrar al padre y a la madre. Puede incluso haber cometido un pecado mortal, si sus palabras ofensivas hubieren sido dichas con odio. Lo mejor, por lo tanto, es confesarse de esa falta, con un sincero arrepentimiento por los excesos cometidos. Un buen sacerdote sabrá apreciar la gravedad del pecado. Si permanece la duda, dejará su apreciación al juicio de Dios, que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo juzga. Un sacerdote celoso probablemente le aconsejará, conforme las peculiaridades del caso, que pida perdón a sus padres en el momento oportuno. Esto, sin embargo, no impide que, pasado algún tiempo, el hijo pueda presentar nuevamente a sus padres, de manera digna y respetuosa, las quejas, en especial en aquello que se refiere a su honor. Es muy probable que la
situación creada se produzca en un clima de alejamiento recíproco entre padres
e hijos. Por su parte, el hijo que se sienta perjudicado debe proceder con la
mayor dignidad, sin romper el trato normal con los padres y hermanos. Si así
procede, cualquiera que sea el desenlace del caso, habrá sido victorioso ante
Dios y los hombres sensatos. Éstos notarán la dignidad de su procedimiento y
Dios lo premiará por su conducta, en esta tierra y, sobre todo, en el
cielo.
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