GABRIEL J. WILSON Enriquecido a las puertas de París por las verdes aguas de su principal afluente oriundo del este, el río Marne, el Sena serpentea perezosamente a partir de la capital francesa rumbo al mar, pasando por la bella y vetusta capital de Normandía: Rouen, fundada en el siglo II. En ese trecho final, sus imponentes acantilados de un blanco calcáreo forman un verdadero paredón junto a su margen derecha, dando abrigo a numerosas habitaciones llamadas “trogloditas” como las denominan los franceses modernos. Muchos hacen allí sus cavas, depósitos, moradas y hasta iglesias. Una inmersión en la historia
Francia, como se sabe, proviene de la antigua Galia, dominada por los romanos 50 años antes de Cristo. Más adelante, los francos, oriundos de Germania, se establecieron al norte de la Lutecia romana para conquistar el corazón de lo que sería más tarde su reino. La conversión de Clodoveo, el año 496, fue de algún modo para los francos lo que la conversión de Constantino representó para el Imperio Romano el 313.
No obstante, como Fontenelle, Jumièges tuvo un rápido desarrollo. Un documento1 registra 114 monjes el 826. Otras fuentes, menos confiables, hablan de 900 monjes en el siglo anterior. Favorecida por donaciones de reyes y grandes señores, la abadía de Jumièges se hizo conocida por su generosidad con relación a los necesitados y a los peregrinos.
Con el asesinato del duque Guillermo el 942, Normandía sufrió nuevas convulsiones. El gobernador de Rouen, Raúl Torta, mandó entonces destruir la abadía para utilizar sus piedras en la reparación de una fortaleza. Pero un nuevo aliento llegó alrededor del año mil, cuando el duque Ricardo II mandó venir de la abadía de Cluny al monje Guillermo de Volpiano, cuyo discípulo Thierry se convirtió en abad de Jumièges, con autoridad también sobre las abadías de Bernay y del monte St-Michel. Él decidió reconstruir y restaurar la iglesia abacial de Notre Dame. Pero la obra sólo pudo ser concluida por su sucesor, Roberto Champart, el 1040. Tierra de conquistadores Al margen de la historia de la abadía, corría la historia de Normandía. El año 1066, Guillermo, llamado el bastardo , conquistó Inglaterra. Por ello es conocido como Guillermo el conquistador , dando así a gran parte de la nobleza inglesa un origen normando. Más adelante, algunos de sus descendientes se harían ilustres en las Cruzadas, como Ricardo Corazón de León. La milenaria abadía de Nuestra Señora de Jumièges sólo fue destruida en 1790, más de mil años después de su fundación, por el odio de los secuaces de la Revolución Francesa. La vida monástica
¿Cómo puede una ruina causar tanta impresión en los espíritus? En Jumièges vivieron almas que abrazaron el sufrimiento y el anonimato por amor a Dios. Allí practicaron la humildad en la oración, en el estudio y en el trabajo.
Y cuando se ama a Dios de espada en mano como lo hizo santa Juana de Arco o de rosario en mano como tantos santos, se comprende el valor de la lucha. Cuando se ama a Dios al punto de dar la vida por Él, el alma emite, por así decir, un perfume propio que a todos conquista. Solo un alma que supo luchar y sufrir, como la de santa Teresita, puede conquistar a otras almas para la verdadera Iglesia, hoy devastada por los más abominables enemigos internos de todos los tiempos. Notas. 1 . Livre de confraternité , de la abadía de Reicheneau, a la cual la abadía de Jumièges estaba vinculada por una comunidad de oraciones.
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